“En las grandes batallas, entre dos de las más grandes naciones sonadas, comarcas que usaban a los dragones como sus hercúleos de pelea; una batalla de mil noches se fecundaba en las orillas del Mar Serpenteante, el choque retumbante del acero se escuchaba a kilómetros de distancia. El olor del azufre era palpable por el olfato de cualquier vivo, las grandes líneas de soldados eran abatidas por las llamas perpetuas y voraces que surgían de la garganta de un centenar de dragones.

Era una batalla eterna… el emperador Rolo, del imperio Tarumán, montaba el lomo de su dragón y fiel amigo Drakntnark, descendiente de AlBormah. Como una enorme cimitarra, embistió la fila de catapultas del imperio enemigo con las imponentes alas de su dragón. Eran uno en unidad, Rolo estaba perfectamente vinculado a Drakntnark y Drakntnark a Rolo.

El imperio Tarumán ganaba la batalla. Con su centenar de dragones, sus fieros guerreros y Rolo en la batalla junto a su dragón, eran imbatibles. Poco a poco, el imperio enemigo reducía su número. Solo era cuestión de tiempo para que Rolo alcanzara la victoria.

La ultima noche estaba cayendo, el cielo desnudaba un color rojizo, como las fauces de un dragón furioso. Las primeras estrellas centelleaban en la armadura de los caballeros; y como una armonía, las primeras criaturas nocturnas emergían de su quietud.

En el ocaso, una línea de velas se acercaba al campo de batalla, casi como un golpeteo de tambores, que se hacían más rápidos entre más se aproximaban. Al percatarse, Rolo, surcó los cielos junto a Drakntnark y convergió hacía los incinerables barcos. Las enormes alas de Drakntnark cortaban el aire a su paso; entonces abrió sus grandes fauces, su pecho se infló, tornándose color escarlata, estaba listo para escupir su impetuosa llamarada.
La rabia ardiente de Drakntnark quemaría toda alma a su paso, cuando sin percibir, una flecha negra atravesó su garganta. El grito cercenante habría de escucharse en todo el reino. Como un asteroide, el cuerpo colosal caía del cielo como una lenta película. La castaña melena de Rolo se extendía junto con su dragón, el no dejaría morir solo a Drakntnark.

Un estruendo estremeció los mares, el cuerpo agonizante se sumergió en las aguas junto a su amo, Rolo. El imperio Tarumán había ganado la batalla, pero perdió sus dos grandes joyas.

Millones de colonos y nobles, ofrendaban al mar sus más preciadas pertenencias, en acto al valeroso Rolo y el feraz Drakntnark. Muchos habitantes dicen haber visto un dragón custodiando el reino desde las aguas. Otros narran haberlo visto posado sobre una gran roca. Lo que se sabe y se dice es que este dragón está ungido con el espíritu de Rolo y Drakntnark.”