Los Aardabba son seres sapientes nativos del planeta Vantar (coord. polares 5323,24 pc; 106,77°). De postura bípeda y pelaje púrpura intenso, son herbívoros frutívoros pero no por ello dóciles ni amigables: se sabe que pueden ser agresivos con criaturas que no sean de su especie - sean éstas criaturas no sapientes de su propio planeta, o ciertos imperios galácticos. Los caracteriza una gruesa trompa que utilizan para respirar.

Sin embargo, son muy sociables entre ellos, charlando constantemente mientras están trabajando. No celebran las uniones matrimoniales; son muy promiscuos y los niños son cuidados por todas las mujeres de la comunidad. Sus enormes cabezas conllevan a distintas complicaciones en el parto, lo que fué producto de dolorosas muertes en su época antigua. Tampoco tienen mucho sentido de la propiedad, por lo general visitan las casas de distintos amigos y familiares cuando necesitan dormir o encontrar un lugar tranquilo.

Poco es lo que se sabe de la vida pre-tribal de los Aardabba, o en otras palabras, de cómo llegaron a la sapiencia - tan extraña ocurrencia en nuestra galaxia. Los análisis de ADN mitocondrial no nos han llevado a ningún ancestro certero, y aún para ellos, el origen de la vida en su propio planeta es un misterio sin resolver.

De lo que sí hay registros, es de su historia más reciente. En algún momento un desastroso suceso -una intervención de otro imperio según algunas investigaciones-, obligó a los clanes que vivían en las praderas a migrar a zonas pantanosas, donde la fertilidad de las tierras y la abundancia de ciertos recursos permitió que se asentaran, abandonando el nomadismo.

Los Aardabba supieron bien cómo explotar la tierra, y cómo trabajar la madera y los metales, especialmente el cobre, el oro y el bronce, aleación que por mucho tiempo fue de su producción exclusiva. Fundaron en los pantanos la ciudad-estado de Maknovia, que con sus puertos y los recursos de su gente rápidamente se convirtió en una gran potencia militar de su época.

El Ejército Maknoviano se caracterizaba por su férrea disciplina y por integrarlo valientes hombres de la ciudad. Con espada, escudo y armaduras participaron de cuanto conflicto o conquista militar se diera en el planeta, tarea facilitada por la posición de Maknovia como ciudad portuaria: se enviaban soldados en barco a cualquier parte del planeta.

Una vez asegurado el poderío militar de Maknovia, ésta decayó, fragmentándose en distintas ciudades que se dedicaron al comercio de exóticos productos de todas partes del orbe. Así pasaron décadas, siglos, milenios de desarrollo tecnológico y de la civilización, durante los que vivieron en relativa paz.

El problema llegó cuando empezaron a escasear los recursos del planeta, que habían sostenido la civilización Aardabbiana durante miles de años. Distintos grupos terroristas y de religiosos fundamentalistas reclamaron las últimas reservas de distintos materiales del planeta, llevando a las grandes potencias a tomar posturas. Unos velaban por la vía de los acuerdos, otros por el mejor postor, unos por el bien común, y otros sólo pedían a gritos que alguien piense en el planeta.

Las guerras que surcaron el planeta fueron más violentas que nunca: fusiles, piezas de artillería y vehículos de todo tipo llevaron a la muerte de millones en la pelea por los recursos. La lucha se dió por aire, tierra y mar, y con tecnologías cada vez más sádicas y desquiciadas. Todo sea por apropiarse de lo último que quedaba, decía cada facción del planeta.

Pero la solución resultó ser otra; en medio de la crisis y contra toda expectativa, la nación de los Caballeros lanzó miles de naves más allá de los cielos, que llevaron el conflicto a un nuevo escenario: el espacio exterior. La enorme ventaja significó la derrota casi inmediata de los terroristas, lo que dió tiempo para fundar y desarrollar colonias mineras en los planetas cercanos, que lograron terminar finalmente con la crisis de los Aardabba.

La colonización de su sistema solar les permitió un nivel de desarrollo antes impensado en los campos de la robótica, la bioingeniería, la propia ingeniería espacial y tantas otras cosas que terminaron por brindar a los Aardabba lo que los Caballeros clamaron por tanto tiempo: una vida digna y justa para todos.

Pero faltaba más. Había que expandirse hacia otros sistemas solares, luego a toda la galaxia, ¡luego el Universo!

Hoy los Aardabba cuentan con una amplia presencia en su brazo de la galaxia, manteniendo nexos diplomáticos y de comercio con distintos imperios galácticos, y manteniendo a raya a los violentistas y Zelotes que amenazan el orden y la justicia en sus cercanías. Pero nunca supieron cómo llegó la vida a su planeta...