“Tan solo mírenlos – pensó. – Allí, hablando como si su vida tuviera sentido.” Era una reunión pequeña en un cuarto angosto, se bebía té a la noche. Un pájaro negro cual sombra del crepúsculo lo sobrevolaba todo. “Bebiendo sin cesar. Ratas inmundas. Eso son… tan solo eso”. Un cuervo tironeaba el pelo a las niñas. Se puede observar que es el mismo que sobrevolaba el lugar momentos antes. Ellas gritaban, pero los llantos no eran atendidos, pues se creían tan solo juegos de niños en el cuarto de junto. Los llantos cesan. El cuervo hundía su pico en las tazas, sin ninguna fuerza que se le oponga. “Ratas que abusan de la vida, sin sacar ningún provecho”. Ellos no se ocupaban de él, pues se encontraba detrás de las paredes. Cantaban y reían. “Estúpidos gritos sin sentido. Tan solo para ocultar el vacío existencial en su más profundo Yo”. Entonces la reunión cobró más ánimo. Los hombres trajeron alcohol, y lo dispusieron en jarras individuales. “Ingieren alcohol tan solo para despistarse de la crueldad del mundo exterior. Me repugnan”. El ave picoteaba el suelo del corredor. La bebida comenzaba a hacer efecto en la gente, quienes estaban cantando aún más estruendosamente. El sonido de un cristal roto sobresale. Un hombre atraviesa la puerta, dispuesto a ir al baño a orinar. El cuervo entra en la habitación.
 
El hombre entra al baño. Termina con lo suyo, y se decide a salir al corredor. Sale. Camina hacia el cuarto en donde momentos antes había cantos y bebida. Nota algo raro: no hay más ruidos. Tan solo se oye el viento entrando por una ventana. Abre la puerta, se arroja de rodillas al suelo y rompe a llorar ante la visión que le fue impuesta.
 
El cuervo lo mira un instante, luego se para en el alfeizar de la ventana abierta. Tras una última mirada, alza vuelo hacia la noche. “Ratas inmundas… tan solo eso…”