Capítulo II – La Esperanza y el Harmony
Un casco café limpio la superficie del disco encontrado en la sala del Trono Real de Canterlot. A medida en que el disco se acercaba a la luz de la cabina del Harmony, la blanca etiqueta redonda fue iluminada, Y el nombre que tenia escrito era visible: ‘Octavia – Suites para una Princesa – Sesiones del I al IV'. Suavemente, el frágil objeto fue colocado sobre el eje central de un tocadiscos. Un sonido de arranque, y el disco giro mientras la aguja se colocaba en su lugar. Un par de altavoces oxidados crujieron y silbaron por un breve instante, luego una dulce melodía de bajas cuerdas de violonchelo surgieron, bailando en el aire mohoso de la oscilante cabina.
Bajo los ritmos suaves y arrulladores que besaban a los mamparos, El ultimo poni salto hasta una hamaca debajo de ella, meciéndose suavemente a lo largo del estribor de la cabina solitaria. Ella inclino una oreja hacia la música mientras que la otra se mantuvo vigilante ante los sonidos silbantes procedentes de la caldera situada en la parte trasera de la nave. Una exhalación prolongada, y sus ojos escarlata se vierten sobre el techo curvo de su casa flotante. La yegua deja que sus ojos dancen alrededor de las vigas metálicas y remaches de hierro en un vals sincronizado con el auge y caída del violonchelo de la milenaria grabación. Finalmente, el aire melancólico alrededor de ella sucumbió a la pacifica melodía, ella cerro sus ojos permitiendo que su cuerpo se dejase llevar por el vaivén de su propio mundo pequeño. Sus pezuñas descansaban detrás de su espalda y el pelo de su cola caía por un lado de la hamaca.
Afuera, el gran paramo gris aullaba y giraba en su interminable ciclón de niebla y cenizas. El Harmony flotaba valientemente en su lugar, como un lastre de cobre solitario en un mar de nieve y olvido. Las estrellas del cielo permanecían en un extremo de la muerte perpetua, y la tierra vacía de color negro se abría debajo por cientos de miles de Kilómetros sin valor.
El mundo de la nada: Ecuestria, población: uno.
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Nota de diario # 2,345
Me encanta la música. No me importa cuántas veces lo haya escrito. Ni me importa ser la única que lo lea. Amo la música; me encanta su sonido, me encanta su ritmo, me encantan sus movimientos. Me encanta cuando comienza, me encanta cuando termina. Me encanta saber que hubo ponis detrás que hicieron esta música; Me encanta saber que la gravaron únicamente en aras de compartir sus almas, sus esperanzas y sueños, sus miedos y tristezas. Me encanta saber que, - de alguna manera u otra - estos ponis talentosos y magistrales están compartiendo todo lo que ellos conocen y aman conmigo, incluso si esto significa que sólo estoy teniendo una conversación con los muertos.
Una conversación con los muertos es mejor que ninguna conversación. Y la razón por la que creo que me gusta tanto es porque — en un mundo donde no hay nada que perder — puedo recordar una vez más lo que significa sentir... tristeza.
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Una noche, El último poni marcho hasta la cima de una montaña de nieve. Detrás de ella—a través de un mar de ráfagas de ceniza— podía ser visto el Harmony, amarrado a un trió de robles quemados. Delante de ella, el montículo de tierra se hundió cediendo ante sus cascos cuando ella lo ascendió. Jadeando, su aliento se volvía niebla en el aire brumoso, la yegua vestida de cuero llego a la cima de la cresta y miro hacia abajo.
Sus gafas de color ámbar reflejaban un gran cementerio de construcciones colapsadas y casuchas vacías con la arquitectura de los ponis terrestres. En el centro del paisaje había una torre del reloj, su cara circular derramaba oxido de su punto más alto. La aguja de minutos y horas habían caído a la tierra gris y pastosa hace incontables años atrás, formando dos obeliscos como si fueran apuñaladas en la carne del mundo muerto. Teniendo poco tiempo par ver las atracciones turísticas, la pegaso voló cuesta abajo con suavidad gracias a sus frías plumas cafés. Aterrizando, ella troto de manera solitaria a través de las ruinas de otro pueblo olvidado por el tiempo.
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Su nombre era Octavia. Fue la poni más talentosa con el violonchelo de toda Ecuestria. Ella realizo sus obras maestras en vida. Ante duques y duquesas, reinas y reyes, incluso a la princesa Celestia en el Salón de Conciertos de Canterlot. Sus sinfonías fueron grabadas en masa — Y para mi deleite, he encontrado discos de su excepcional talento en casi todas partes: Desde las ruinas de Ciudad Nimbo hasta las Profundidades hundidas de Manehattan. He atesorado todas sus cosas que he podido encontrar. Y cuando las escucho, aprieto mi oído para escuchar incluso más allá de las capas celestiales de sus composiciones magistrales, creo que puedo detector las respiraciones de los espectadores y asistentes. Y cuando ellos aplauden y echan porras— Yo estoy allí. Estoy con ellos. Yo estoy en una sala de conciertos, rodeada por miles de vidas, su respirar y su felicidad. Y por un breve momento, estoy viva también. Y, a continuación, el tocadiscos se detiene. ~*~*~*~*~*~*~
Dentro de un edificio derrumbado, Ella se asomo a través de un montón de escombros, entre utensilios de cocina, platillos, platos y otros objetos variados. Ella brevemente escavo con una pala a través de de un pila de desechos como papel hasta encontrar una lata de sopa con la imagen de dos potros sonrientes. Varias cucarachas escurrían por la lata vacía huyendo hacia las paredes manchadas de ceniza que aun estaban en pie. Ignorándolas, ella golpeo la lata boca abajo con la pala hasta que tres frijoles se derramaron afuera. Un empujón con su nariz, Y ella retracta la pala hacia la pieza cilíndrica de su pezuña extendiendo un par de pinzas metálicas en su lugar. Agarrando suavemente los frijoles, ella se levanto y guardo cada uno de ellos en su maletín sobre la alforja.
La cerró, Ella camino alrededor y se marcho de la casa en ruinas, trotando lentamente hacia abajo el tramo de la calle principal llena de nieve de la pequeña ciudad. Las herraduras del último poni marcaron unos solitarios símbolos omegas en la nieve mientras caminaba hacia una biblioteca medio derrumbada.
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Cuando voy a cazar, Escucho las composiciones de Octavia. Su música me acompaña en cada viaje que realizo, en cada inmersión profunda en las más obscuras catacumbas de Ecuestria. Su majestuoso violonchelo grita y suspira contra las paredes pálidas de piedra de mi estancia regular. Y a veces, por lo menos en mi cabeza, no me siento como si fuera simplemente un fantasma — el último espectro del inquietante pasado de Ecuestria que esta tierra santa ha olvidado de alguna manera exorcizar. El mundo me ha abandonado, y yo así lo abandonare — con música.
Esto, por supuesto, es sumamente útil... hasta que recuerdo que al mundo no le importa. A la única a la que le importa—o al menos pretende importarle— soy yo. Y eso no cuenta mucho. O al menos no del todo. ~*~*~*~*~*~*~
Otra noche, la poni pegaso estaba sentada en el babor de la cabina del Harmony, su pezuña llevaba una funda de cobre cilíndrica en el final de la cual descansaba una pluma recién entintada. Inclinada sobre su mesa de trabajo, ella procedió a escribir su nota del diario en la página en blanco de un polvoriento libro encuadernado en cuero que había encontrado en un fatídico viaje a una tienda de libros que se había medio derrumbado en las ruinas de la ciudad de Torontrot.
A medio camino de su escritura, ella estiro su crin rapada y sus piernas superiores. Un largo suspiro y ella miro con sus aburridos ojos escarlata el parabrisas frontal de la cabina. El mundo se quedo en la eternidad gris, mirándola insensiblemente. Otro suspiro, y ella regresa a su nota.
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Se que he escrito lo suficiente acerca de Octavia — sobre la música y sobre lo único que realmente tiene importancia para mí — Pero hoy, no paso nada. Y cuando escribo sobre el tema de la 'nada', inevitablemente comento el día de ayer y al mismo tiempo predigo el mañana.
Y sin embargo sigo escribiendo. Estoy segura de que había una razón noble de porque empecé a hacer las notas en mi diario en primer lugar. Muy posiblemente, — Cuando todavía era bastante nueva para toda esta rutina —Tuve la ingenua esperanza de que algún día todo lo que escribí seria leído por otros ponis. Pero sé que eso es pura fantasía; porque yo soy un poni y yo no me atrevo a leer las notas anteriores que he hecho. Aun así, yo soy lo que soy, y eso requiere que yo produzca algo... lo que sea... para demostrar que existo. Es lo menos, y sin embargo, lo más que puedo hacer con mi presencia en este mundo, o al menos eso es lo que trato de decirme a mí misma.
Por lo tanto, como siempre, aquí va: ~*~*~*~*~*~*~
Ella corrió velozmente por un campo de arboles petrificados, todos doblados hacia atrás como firma fosilizada de una onda de choque que quemo a todos volviéndolos cenizas hace mucho tiempo. Una fina bruma azul perduro fríamente a unos centímetros del suelo forestal después de que la poni de ojos escarlata hiso brillar un par de faroles encendidos hacia delante de ella. Ella concentro los brumosos rayos dorados mas allá de la cascara color gris de la madera hasta que ella redujo la luz sobre un pedazo pálido de piedra incrustada profundamente en la arenosa tierra negra. Todos los arboles se inclinaron lejos de la roca extraterrestre como si fuese algo venenosa. Sin dudarlo un instante, el poni camino hasta la piedra, se arrodillo, saco un pico de su maletín sobre la alforja, y comenzó a esculpir hasta que la fría piedra blanca comenzó a desprender, sucesivamente, nodos aleatorios de colores borrosos.
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Encontré varias Rocas Lunares esta semana. Siete, para ser exactos. De ellas, fui capaz de extraer tres esmeraldas, dos zafiros, un topacio, y un rubí. Esto llena mi cuota de piedras espectrales para las siguientes tormentas—con la excepción de una flamestone. La que tengo en estos momentos casi no tiene mana, y aunque estoy segura de que tengo un montón de proveedores confiables, el pago va a ser un problema—considerando que hace poco perdí a uno de mis principales clientes, Gilliam. Sin embargo, Es probable que sea más exacto decir que él me perdió... y muy probablemente, su vida en un altercado posterior.
Encontrar criaturas dispuestas a pagarme en tiras de plata por las tareas aleatorias va a ser un poco difícil si ya no puedo contar con los Diamond Dogs para contratarme. Solo espero que muchos de los caninos no afiliados con la tripulación del Dirigible de Gilliam estén todavía dispuestos a hacer negocios. Pero me temo que el daño ya está hecho. Tocas a un perro, y es probable que hayas a acariciado a la manada entera de manera equivocada. Eso es lo que me pasa por tratar de sobrevivir, a instancias de Gilliam. Dicen que la historia la hacen los vencedores. Pero, triunfar como he sido últimamente, yo sigo siendo solo un poni. La historia solo presta atención a aquellos que sobreviven mediante sus descendientes, y en ese aspecto estoy doblemente jodida. ~*~*~*~*~*~*~
Pensando dentro de la cabina del Harmony, la poni miro arduamente un cuero desplegable con el mapa de Ecuestria, garabateado y pintando sobre los lugares varias decenas de alteraciones apocalípticas. Después de observar un círculo garabateado al lado de una cordillera oriental, ella guardo el mapa de nuevo en su funda y bajo sus gafas de color ámbar. Empujo hacia adelante un par de palancas, acelerando la marcha del dirigible, viendo como la niebla mas a ya de los parabrisas se despejaba, al tiempo en que se revelaban en el horizonte varios rascacielos destrozados ante ella.
Con cuidado, la yegua piloto navego entre los fantasmales rascacielos de Fillydelphia. El dirigible de color cobre comenzó a bajar, pasando entre edificio tras edificio de la metrópolis abandonada, precipitándose brevemente sobre un par de torres que se desmoronaban después de haber colapsado una sobre otra formando un arco tembloroso de acero y hormigón. Aterrizo en una plaza de la ciudad hecha de adoquines cuadrados llena de carruajes volcados aleatoriamente, la poni amarro el Harmony y salió a pie, desenfundando un rifle antes de explorar las ruinas de su norte inmediato.
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Yo estoy siempre cazando, siempre recolectando, siempre arañando la tumba de Ecuestria en busca de las cosas que necesito. No puedo recordar ni un solo momento en que yo no estuviese buscando, pescando, o mendigando. En este paramo, “ser” aun significa ser útil; y si hay algo que odio más que estar sola, es estar sin hacer nada. He entrado en los hogares, pateado las puertas de los santuarios, ingresado en bancos, golpeado urnas solitarias, e incluso robado en los armarios de almacenamiento de los hospitales. Nada puede ser pasado por alto. Nada debe ser desperdiciado.
Tengo que recordar que hay una cosa importante , algo que es más importante que el orgullo, algo que es más importante que la ética, algo que es más importante que aprender a amar u odiarse a sí mismo al intentar caer en vano a los bazos amargos del sueño. Y ese algo es mi vida. Sin importar lo larga o corta que sea, es la única vida que tiene significado para mí. Es la única vida que importa en Ecuestria y punto. ~*~*~*~*~*~*~
(¿)
A un par de faroles brillaban sus luces sobre una estatua de un poni de bronce, con los ojos vendados, cargando en sus cascos un par de placas de hierro oxidadas. La yegua con traje de cuero troto lentamente por la sala abandonada. Sus ojos miraron hacia adelante y hacia atrás. Ella vio una puerta detrás del asiento del juez. Las sombras de los asientos de la sala de audiencias se balanceaban y unían mientras caminaba hacia el otro lado de la habitación, abrió su camino a través del marco de la puerta colapsada, y tropezó con una oficina húmeda llena de polvo y sedimentos. Una suave ráfaga de nieve, y el poni fue agraciada por un par de ventanas rotas con vista a los muertos rascacielos Fillydelphianos cercanos que se veían varios pisos más abajo. Pero eso no fue lo que le llamo la atención; La poni hizo una línea recta de una pila de libros tirados bajo varios estantes de madera colapsados. Hojeando las páginas con su pezuña de metal, levanto sus gafas, dio un vistazo a las palabras, y procedió a guardar buena parte de su literatura en su alforja.
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Libros. Los libros son la cosa más difícil de salvar. Una parte de mi sabe que tengo que hacer algo — lo que sea — para preservar tantas palabras escritas pueda. Yo no soy la única criatura que hurga en los páramos de Ecuestria, y sé que cualquier literatura del ponydom seria basura para un perro, un duende, o alguna especie de mono. Pero solo tengo un determinado espacio en mi alforja, y más aun un determinado peso para la maniobrabilidad del Harmony. Encima de eso, hay algo que necesita más que las palabras, y eso es calor. Por desgracia, Muchas páginas encontraron un mejor uso en la caldera.
Pero los que son especiales — o al menos los que me parecen más importantes para la historia del espíritu de Ecuestria — los guardo. Eso es algo difícil de pensar. Toda nuestra historia, todas nuestras vidas, todo lo que hemos hecho o logrado tendrá su merito, determinada por el filtro de mi solitaria aprobación. Eso es algo que no esperaba tener sobre mis hombros. Es más, nunca espere tener todo esto sobre mis hombros.
Lo que no he obtenido de la experiencia, lo he obtenido de los libros. Como mantener un fuego encendido, Como mantener una dieta sana, como mantener la integridad estructural de un dirigible, Como filtrar constantemente el vapor a través de un tubería, Como hacer cualquier cosa para mantenerme con vida sin que nadie me lo diga al oído— Lo he aprendido enseñándome con mis ojos. Los libros has sido mis mayores maestros en un mundo sin mentores. Los escritos de Aristrotle, Camule, Neightszche, Descanter — Yo he devorado cada una de sus palabras, Haciendo de muchos de ellos parte de mi, desarrollando un estilo de escritura con el fin de contar con una larga disertación de fantasmas muertos.
Es graciosos, porque nunca estuve demasiada interesada en leer o aprender cuando era una pequeña potranco — y después, cuando fui arrojada a un mundo mas allá del Cataclismo, fue una lucha titánica para enseñarme a mi misma el vocabulario que yo todavía no entendía. Entendí la mayor parte de esta leyendo libros simples y saltándome los libros más complicados, de manera de que los significados de las cosas salían de mi mente entre las grietas de la definición. Muchas cosas de mi vida tuve que superarlas aprendiéndolas en mi soledad. De muchas maneras, siempre ha sido así, incluso antes del Cataclismo. Tal vez fui la poni más afortunada de toda Ecuestria para terminar siendo la más desafortunada. ~*~*~*~*~*~*~
“Hejeem,” Ella dijo. Una palanca se hundió, desbloqueando una estantería sellada y tendida contra el lado de estribor del Harmony. El compartimiento se abrió, revelando una media docena de hileras de libros gruesos encuadernados en cuero. Aun limpiando la ceniza y nieve fresca de sus flancos blindados, busco en su alforja, tomo los nuevos volúmenes con su hocico, y los dejo con el resto. Tomando un respiro, ella dio un paso atrás y miro con tristeza las filas de tomos tranquilamente, hasta que sus ojos se detuvieron ante dos grandes libros—por mucho los dos libros más grandes de la biblioteca—que descansaban en la estantería. Dos títulos estaban estampadas en sus lomos, pintados en oro y plata respectivamente: El Sol y La Luna.
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Dos libros en particular, se que debo preservarlos con cada fibra de mi existencia. Las palabras sagradas de las princesas de Ecuestria, cuadernos que mantenían Celestia para sí misma y un gran diario similar mantenido por Luna. Encontré dos de ellos en mi segundo viaje a Canterlot. Había pasado el tiempo suficiente para que yo abrazara la obscuridad presente, y lo tome para cometer lo impensable, yo saquee el Palacio Real.
Lo que alguna vez se pensó seria un crimen resultó ser la cosa más noble que haya hecho, ¿por qué donde hay un mejor lugar para que el legado de la familia sublime resida... que en la segura casucha voladora de su ultima súbdita real? El Libro de Luna apenas se llena—en su mayoría las paginas están en blanco, tomando en cuenta que el diario le fue legado poco después de de regresar de su prisión en la luna, que fue, irónicamente, justo antes del Cataclismo. Pero el libro de la Princesa Celestia— es una indescriptible obra maestra de la poesía. ~*~*~*~*~*~*~
A medida que las cuerdas de otro disco de Octavia llenaban el aire iluminado por faroles, la poni se puse en cuclillas sobre sus piernas dobladas dentro de su oscilante hamaca. El libro de oro de Celestia estaba colocado frente a ella cuidadosamente. Con sus gafas levantadas, los ojos escarlata de la ultima poni se perdían sobre la apaciguan te caligrafía finamente tejida. Un nudo en la garganta mientras inhalaba profundamente y dio vuelta a una página, con un impulso de su pata visible por debajo de su abrigo.
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Ella escribe de alegría. Ella escribe de esperanza. Ella escribe de temas reales y su vida cotidiana, de sus aprendices mágicos y sus amistades. Sobre todo, Ella escribe sobre su hermana, del hueco que dejo Luna en su vida durante los mil años que se ausento, y posteriormente la alegría incalculable por el regreso de su amada hermana. En casi todas las notas que la Princesa Celestia había hecho, estaba llena de optimismo, anticipándose a la alegría y prosperidad que el próximo amanecer traería. Cuando leí por primera vez sus obras, Yo estaba esperando encontrar alguna señal — cualquiera señal — que sugiriera que al menos Celestia esperaba el Cataclismo que pondría fin al ponydom de Equestria — Incluyendo su vida y la de su hermana —
Lo que encontré en su lugar fueron unas notas de la más profunda e inmensa tristeza que pudiese esperar de alguien, mucho menos de la diosa del sol. Siempre supe que la Princesa Celestia era inmortal; pero lo que no sabía cuáles eran las repercusiones que venían con su larga vida, de seres queridos que bajo sus alas protectoras morían durante el paso de los siglos, de amistades y alianzas que comenzaron , florecieron, y se marchitaron en tan poco tiempo como le tomaría a la Princesa parpadear. He leído las notas de ella — las tristes — miles de veces más que las felices, por que pronto me di cuenta de que yo era la única poni pegaso en la historia de la existencia que podría, de alguna manera u otra, relacionarse con ella. La única diferencia, por supuesto, era que nadie va a leer acerca de mis perdidas, como yo he leído fielmente todo sobre ella. ~*~*~*~*~*~*~
Trascendiendo el revestimiento nublado del mundo, por encima de las nevadas cenicienta das, el último poni se aferraba a la parte exterior del Harmony. Pegando sus alas a su cuerpo para no perder el equilibrio con los fuertes vientos, ella traía ente la boca una herramienta de soldadura agarrándola firmemente con sus dientes apretados. Ella subió expertamente los peldaños externos del lado de estribor que encierran el cuerpo de cuero de color cobre del dirigible. Finalmente, la pegaso se concentro en el origen de un fuerte ruido que la había estado molestando durante varios dias. Apretando sus gafas con los lentes teñidos, ella dirigió la llama de soldadura al mamparo soldando un grupo de remaches en su lugar de nuevo. Las chispas cayeron a través de la fría grisura color hueso revoloteando más allá de la cabina oscilante del Harmony. Después de terminar la tarea de soldadura, ella agarro de nuevo la herramienta de soldadura y agito sus alas en el aire.
Rápidamente, ella voló hasta lo más alto de dirigible y aterrizo en el centro del chasis del globo, donde un par de mamparos entrecruzados vibraban solos. Quejándose, ella agarro unos remaches de su alforja y los soldó en los lugares correctos, el reforzamiento del marco exterior del Dirigible de cobre había logrado silenciar los molestos ruidos por el momento. Una respiración profunda, y la poni se sentó brevemente en el “techo” de su solitario barco flotante.
Ella no tenía razón para permanecer allí — pero algo tenía que hacer para retrasar su vuelo de regreso a la apertura de entrada del hangar. Mirando hacia arriba, ella levanto sus gafas brevemente y miro con sus desnudos ojos escarlata, viendo como manchas titilantes de una luz pálida rondaban por encima del aire pútrido del mundo muerto. Un aliento escapo de las fosa nasales de la poni, por mucho que lo intentara— ella no podía apartar su solitaria mirada lejos del horrendo abismo que la envolvía perpetuamente
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No hay sol. No hay luna. Solo hay cenizas y un corpúsculo eterno. Esto no es el día. Ni tampoco es la noche. El techo del mundo permanece encendido, pero falla por qué no logra iluminarse por completo. Es como si las estrellas distantes intentaran compensar los cuerpos celestes que las princesas utilizaban para mantener Ecuestria, cuerpos que se han ido para siempre.
Al final, el resultado es una niebla constante e interminable de penumbra, como si mirar el cielo fuese como mirar los ojos de una yegua anciana en su lecho de muerte. En cualquier segundo, cualquier latido del Corazón, y todo debería irse a la obscuridad. Y sin embargo no es así. A veces cuando duermo — o intento dormir — y el pálido resplandor gris continua su danza mas allá de las ventanas del Harmony — Ruego por la obscuridad, Ruego por el fin de todas las cosas. Pero me detengo todo el tiempo. Para pedir el fin hay que darse por vencido, y ese no es un lujo que pueda permitirme. La oscuridad vendrá, De una forma u otra, de un momento a otro. Pero hasta entonces, no puedo pretender saber la hora ni el lugar.
No he podido medir el tiempo de manera eficiente. Todo lo que recuerdo es que era joven cuando ocurrió el Cataclismo. Desde entonces, no ha habido sol que salga y Luna que se ponga. Las horas son tu único amigo — todo lo demás son solo figuras imaginarias —. En la tierra del crepúsculo, no tienes una definición de edad.
En algún momento cuando me di cuenta de que las tormentas eléctricas en el paramo ocurren a intervalos regulares, seme ocurrió que yo debía intentar de medir el paso del tiempo. Después de encontrar milagrosamente varios relojes de arena preservado en un laboratorio Whinniepeg abandonado, conté el numero de ocasiones que he tenido que rotarlos entre cada tormenta eléctrica regular. Me di cuenta de que el tiempo entre estos patrones climáticos era en promedio de ciento veinte horas. Si el día Ecuestriano promedio era como lo leí: veinticuatro horas — entonces esto significa que había cinco días entre las tormentas regulares, casi suficiente para diseñar una nueva 'semana' por mí. Y si había trescientos sesentaicinco días en un año Ecuestriano, entonces significa que hay aproximadamente setenta y cinco tormentas al año.
Desde que comencé con este experimento, he contado un total de de unas mil trescientas cincuenta y ocho tormentas. Definitivamente, eso significa que he estado viviendo en este paramo durante mas de dieciocho años. Ciertamente no soy una yegua joven. Pero, nuevamente, yo no recuerdo cuanto tiempo estuve “Joven”. ~*~*~*~*~*~*~
Después de amarrar el Harmony a una torre de rocas, la pegaso descendió y troto alrededor de un gran bosque en el fondo de una llanura cargada de nieve. Pero los grandes cuerpos grisáceos que pasaban a ambos lados de ella no eran arboles; eran hongos. Gigantes tallos de seis metros de altura se inclinaban y tambaleaban por el viento frio. El último poni marcho hasta toparse con un hongo de la altura de sus cascos. Después de colocar su alforja sobre la tierra grisácea, ella saco una cuchilla larga de su mochila, golpeo fuertemente el cuello del gigantesco hongo, y comenzó a cortar brutalmente a través del cuerpo de la cosa.
Después de que la estructura cayo suelta, ella rápidamente saco una fuerte garra de bronce y se acerco al hueco de la cosa. Posicionando el brillo dorado de un farol de gas en el cuerpo cilíndrico del tallo del hongo, ella clavo su hocico en su interior—con la garra sostenida por sus dientes — y comenzó a tallar desprendiendo varios trozos del hongo. Los cuales guardo en una bolsa de cuero, después la ato mientras la cerraba, para después arrastrarla junto con su cuchilla hacia otro hongo para repetir todo el proceso, todo esto bajo una llovizna de nieve en polvo.
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Sin Sol significa que no hay luz. Sin luz significa que no hay plantas. Sin plantas significa que me tengo que esforzar el doble para conseguir los nutrientes que necesito para sobrevivir. Como todo lo que estaba vivo antes del Cataclismo se convierto después en un gran montón de “muertos”, la población de los hongos estallo hasta las nubes. Los mismos vientos fríos que empujan la nieve y la cenizas a mí alrededor también levantan las esporas, y místicamente los hongos se propagaron rápidamente hacia afuera de las cuevas más profundas de Ecuestria—sin alimento para las bestias subterráneas y sin paredes para impedir su expansión.
Si, cuando era más joven, Hubiese sabido que algún día volaría sobre un desierto sin fin subsistiendo completamente de una dieta de hongos y setas, Me habría amordazado a la muerte. En muchos sentidos, lo sigo haciendo—Pero es lo que tengo que hacer para obtener la energía que necesito para vivir. Pero la energía no lo es todo. En un mundo verde vibrante de vida, los ponies podían cultivar frijoles, papas, zanahorias, y todo tipo de plantas abundantes que una dieta saludable requiere. Aquí —en el Reino del Olvido — He tenido que acabar con la agricultura poni convencional. Y también, como pronto descubrirán, he tenido que acabar con la ética poni convencional... ~*~*~*~*~*~*~
Marchando de regreso hacia el Harmony con las alforjas llenas de trozos de hongos, la pegaso se congelo. Hubo una agitación viciosa de movimiento más adelante. Agachada, el último poni se arrastro pasando por un campo de tallos de hongos y se asomo por encima de un montículo de tierra. Ella subió su casco y se ajusto los lentes de sus gafas. Varios metros adelante, enfocado por su farol, estaba un puma completamente adulto con la piel desgarrada. Que gruñía y silbaba, cavando sus mandíbulas en los exquisitos zarcillos de un murciélago vampiro muerto y atrapado en sus fauces. Rasgando el ala de su presa para exponer mas los tiernos músculos, fue ajeno a la sobreviviente de cuatro patas que espiaba a distancia atreves de ráfagas de nieve.
Una respiración profunda, y la poni sacudió si flanco a los lados. Su rifle de bronce se deslizo de su funda y ella lo atrapo. Con una precisión suave y silenciosa, El poni extendió el cañón largo y brillante, tiro hacia afuera las palanca, y cargado en un compartimiento frio lleno de rocas rúnicas débilmente resplandecientes Ella respiro contra ellos, y la piedra más alejada del compartimiento brillo con un color purpura. Recargando la culata de madera de la cosa sobre su hombro, ella apunto el canon fríamente a través de una colina hasta que la vista del arma aterrizo cuadrando sobre el felino distraído. Una arruga en su frente y sin vacilación alguna, la yegua susurro al aura místico de la piedra rúnica: “H'rhnum”. El brazalete de cuernos de su brazo derecho parpadeaba. Un trueno rugió a través del paisaje muerto cuando la roca voló sólidamente, y el cuerpo del puma cayó sobre el piso de un cráter de nieve, Sin movimiento.
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Yo he comido carne. He matado animales y consumido su carne. Yo se que estos dientes no fueron concedidos por las Diosas para masticar otra cosa que no sean plantas y hierbas. Yo se que nací con cascos en vez de garras. Sé que cada libro de leyes que haya sido escrito por cualquier sociedad en la historia del ponidom ahora me marcaria como una salvaje y fuera de ley.
Pero también se que hago lo que hago solo porque las Diosas que habían existido están ahora muertas, y yo no lo estoy. Y estar vivo a significado—y siempre significara—hacerlo a instancia de otras cosas que tratan de sobrevivir. En el pasado, podía darme el lujo de pasarme de alto lo que ahora sé que es una cruda realidad. Debido a que los recursos eran abundantes, la civilización me dio la capacidad de existir por encima de las filas de un animal común. Pero también se que—para preservar los escasos indicios de esa misma civilización—me tengo que preservar por todos los medios necesarios. Para subir tan alto, tengo que caer tan bajo.
Esas son paradojas con las que debo lidiar yo sola. Sin embargo me pregunto, ¿Si todos los que murieron regresaran mágicamente a la vida y me vieran comer carne en desesperación de conseguir proteínas, estarían orgullosos de mi a causa de todas mis escusas lógicas? ¿Me concederían su perdón, incluso cuando descubran que comer carne ha sido el menor de mis transgresiones...? ~*~*~*~*~*~*~
Ella cubrió los últimos centímetros con un movimiento ardiente de su soplete. Finalmente, Después de cortar la ultima astilla de la puerta de metal, ella apago el soplete y empujo con todo su peso el marco de la entrada de un edifico de mármol en el centro de la ciudad de Stalliongrad en ruinas. Gruñendo y sudando por su esfuerzo, Que finalmente tuvo éxito, sus agiles músculos sintieron como la puerta se arrancaba de sus cimientos. Un gran estruendo, y un montón de cenizas volaron saliendo del interior del atrio del edificio sin sellar. Sin esperar tanto polvo, tocio y levanto una máscara de cuero por encima de su hocico, justo a tiempo para cubrirse contra el creciente hedor rustico que venía del interior. Provocando que la luz de sus linternas chispeara, ella troto lentamente en el edificio con cúpula y fue brevemente sorprendida por el descubrimiento melancólico de lo que estaba adentro.
La pegaso conto diez... quince... veinticinco... al menos treinta y cinco cuerpos. Era una verdadera pila de cadáveres, la mayoría de la altura de un adulto, algunos del tamaño de un potro joven, todos ellos formaban un círculo alrededor de un altar de bronce con forma de la Princesa Celestia. Este fue el templo Stalliongrad del Sol, y aparentemente una buena parte de la población vecina se había reunido allí en una oración desesperada en el momento en que el Cataclismo golpeo. Los cuerpos estaban bien preservados, incluso sus ropas y herraduras. Pero no era el metal de los zapatos en los que el último poni tenía interés, eran los unicornios en sí.
Dio un suspiro, y ella camino hacia el cuerpo más cercano a ella, el primero de dos docenas de esqueletos rescatables al igual que el. Agitando la banda de metal de su pata izquierda, saco una pequeña hoja de dientes afilados, y comenzó a cortar la parte superior del cráneo con una precisión de experto, cortando el cuerno del cráneo del unicornio muerto.
Una hora más tarde, la pegaso troto afuera del templo del Sol Temple hacia el centro de Stalliongrad donde el Harmony estaba estacionado. Ella tenia colgando en el cuello un una bolsa llena hasta el borde con cuernos cortados. Abordando su dirigible, ella fue directamente a su banco de trabajo. Saco una banda de piel curtida de puma; luego vacio el contenido de la bolsa frente a ella y comenzó a cocer una nueva pulsera de cuernos de unicornio.
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Cuando la Luna y el Sol desaparecieron, también lo hicieron todos—todos excepto yo—. ¿Que convirtió a todos los de mi especie en cenizas y polvo?—con excepción de mi— aun hoy en día no puedo entenderlo. Pero haya sido lo que haya sido, también significo el fin de la Princesa Luna y Celestia. De alguna forma, eso significo que la magia que unía a los elementos de la galaxia se rompiera, y como resultado ahora flota encima de la carcasa de un mundo muerto, muertos de hambre en las piscinas de mana que alguna vez la animaron.
Pero la magia se parece mucho a la masa normal y a la energía. No puede venir de la nada, y al mismo tiempo no puede convertirse en nada. La magia se tuvo que ir a alguna parte, y con todos en Ecuestria muertos, la magia del mundo tuvo que ser recogido de cada equino que haya habido con una excepción: yo. Hace mucho tiempo, aprendí de que podía realizar hechizos muy pequeños —Como los que he aprendido en los libros que he coleccionado—.Pero no podía realizar los hechizos muy bien, sin importar cuánto me concentrara. Incluso con toda la magia del universo conocido, Yo no sería capaz de hacer mucho. Eso es porque soy un pegaso, y al igual que un poni terrestre, mi cuerpo está en su mayoría inerte en el ámbito de la hechicería.
Pero los unicornios; eran dotados naturalmente con una batería viviente de magia. Ellos podían dominar todas las formas de encantamiento, y cuando llamaron la potencia sagrada de Celestia y otras Diosas come ella, Ellos incluso podrían realizar a sañas sobrenaturales que rivalizaban con la misma creación de Ecuestria. El asunto es que sus cuernos eran la escancia de su talento místico, e incluso más allá de la muerte su estructura ósea sigue siendo cíclica y actúa como un conducto para las energías mágicas. Mi hipótesis es que cuando los unicornios murieron durante el Cataclismo, una pieza de la esencia de su vida — la parte mágica — se mantuvo en sus cuernos.
Aunque sea un pegaso, modelar un brazalete de cuernos de unicornio me ha proporcionado una forma de engañar a las reglas de la magia, mientras que el ultimo poni que actúa como una entrada entre el mundo físico y el mas allá. Con tantos cuernos contenidos en un mismo lugar, puedo concentrar la magia a través de ellos, y realizar todo tipo de trucos útiles para que me ayuden en mis estancias a través de los desechos. A pesar de que no puedo aprovechar la energía suficiente para hacer levitar un objeto o transformar la metería, el poder que me otorgan a sido inmensamente útil para buscar, acaparar, y matar cualquier cosa que este paramo lance al azar por mi camino. Sin embargo, tan sobria como parezca la necesidad de brazaletes, no confío realmente en los huesos de muertos en paz. ~*~*~*~*~*~*~
En el hangar del Harmony, La poni se inclino sobre una mesa de alquimia llena de jarras burbujeantes de vidrio y frascos de líquido gaseoso brillante. Usando un par de gafas con lentes amplios de químico, El último poni termino de tallar un trozo de piedra lunar blanca en una forma arcana. Archivando las ultimas astillas de los bordes irregulares de la piedra, ella levanto la cosa con unas pinzas y la sumergió en un humeante baso de precipitado. Humo de distintos tonos lleno el hangar en un místico smog cuando ella coloco la roca a enfriarse en un balde con agua y le roció hiervas sobre él. Mirando un manómetro, la poni pronuncio algunas palabras arcaicas en un profundo monotonía. Un aura resplandeciente brillo de la pulsera de cuernos de su pata derecha, y la piedra dentro del balde comenzó a brillar.
Después de varios minutos, la yegua saco la piedra enfriada del balde. Mirando la brillante roca de cerca, levanto una ceja y experimentalmente atasco el trozo de piedra lunar en un agujero de una tablilla negra. Entonces ella metió la tablilla en un compartimiento llena de de piedras idénticas talladas a mano hasta que finalmente guarda todo el conjunto en su rifle de cobre. Amartillo el arma, se quito las gafas y camino hacia la abertura circular del Harmony abriéndola manualmente. Una ráfaga de viento frio, Y la poni apunto con el rifle hacia al cielo nublado de Ecuestria.
Sus labios se movieron con frialdad: “M'wynhrm!” Su brazalete brillo de nuevo. La roca recién tallada a mano estallo en un brillo color rojo mientras salía disparada a través del canon y se internaba profundamente en un banco de nubes. Medio Segundo mas tarde, y una gigantesca explosión de plasma de color rojo consumió un kilometro y medio cuadrado del cielo nublado, iluminando brevemente el crepúsculo grisáceo muerto, hasta que todo fue una vez más cenizas y hollín. La yegua se tranquilizo cuando la cabina de dos pisos del Harmony dejo de sacudirse y balancearse por la explosión. Un silbido escapo de sus labios, y ella acaricio el rifle con escaso afecto antes de regresar a su mesa de alquimia.
~*~*~*~*~*~*~
Runestones: son la pieza central de un arte olvidado de la magia, con énfasis en la infusión mineral y el encantamiento verbal. La escuela de hechicería es casi tan antigua como la alquimia Celestial, a pesar de que siempre ha servido en funciones menos benevolentes. La última vez que las Runestones fueron usadas— y elaboradas— fue en tiempos de guerra, hace mucho tiempo, hacia el final de la segunda edad, cuando Nightmare Moon traiciono y uso a los ejércitos de la Republica Lunar en un intento violento de derrocar a su hermana Celestia. Los caballos de guerra entraron en combate cargando explosivos y balística armadas con Runestones en sus gatillos. Fue un tiempo extraño y arcaico cuando el misticismo centrado fue utilizado casi exclusivamente para el derramamiento de sangre, a diferencia de las escuelas del misticismo Canterlotianos que enseñaron durante el milenio de paz que siguió a la guerra: También conocido como la Tercera Edad, La edad donde yo nací.
Esta iba a ser la Cuarta Edad, la edad de la redención de la Princesa Luna. Esta iba a ser la Edad en que las Diosas gemelas supervisarían las revoluciones del Sol y de la Luna, ya que nacieron naturalmente para hacerlo. La Cuarta Edad apenas duro un patético año— o eso asumo. Vagamente recuerdo un Winter Wrap-Up, tal vez dos, antes de que el Cataclismo sucediera—. Todo lo que componía a la Cuarta Edad, incluyendo la estúpida necesidad de crono lisarla para empezar la Cuarta Edad, fue consumido por el fuego.
Que irónico es, Entonces, que estaba destinada a tropezar con un libro en las ruinas del Palacio Real, explicando las complejidades del arte prohibido de las Runestones; y que haya adaptado es práctica para mi propio uso—Palabras arcaicas de la lengua lunar y mas—con una abundancia de piedras lunares a mi disposición esparcidas a través de los páramos. Tal vez hubo una profecía que predijo esto, que hablara de una época en la que un poni resucita los elementos de un gran guerra que amenazo con matar a todos, solo para utilizarlos en una Era destinado a bendecir a todos los ponis. Pero de todos los libro que he recolectado y leído, no he encontrado escrituras que den indicio de este Apocalipsis, de este crepúsculo solitario, de este eterno gris tras el pequeño retorno breve y decepcionante de la Princesa Luna .
El hecho es, que no necesito una profecía para explicarme este mundo muerto. Solo necesito abrir mis ojos, Respirar a través de mi propia nariz y conformarme con lo que he dado de mí, en carne o en texto. Yo soy El Fin de los Ponis; Yo soy La Cuarta Edad. ~*~*~*~*~*~*~
Bajo el ritmo de las composiciones de Octavia. La pegaso se sentó en su mesa de trabajo donde comenzó a pulir varias piedras multicolores, una tras otra. Eran siete piedras en total eran unas magnificas gemas translucidas que brillaban por la quemante luz de la caldera reflectándose prismáticamente a través de ellas: rojo naranja, amarillo, verde, azul, índigo, y violeta. Ellos brillaban tras cada pulida que el poni les daba, frotándolos con un paño de fieltro hecho con el cabello rapado de su crin.
Después de hacer que cada piedra brillaba impecable de limpio, la yegua dirigió su atención a una caja de plomo puesta segura en un estante justo por encima de la esquina de la mesa de trabajo. Colocando el paño sobre la mesa, su casco alcanzo la caja de plomo y la arrastro hacia ella. Entrecerrando sus ojos con cautela, ella abrió el contenedor, bañándola a ella y al resto de la de la cabina con un resplandor rojo brillante. La flamestone carmesí brillaba desde el interior de la caja. Tan brillante como fuese, pudo haber sido más brillante; y la envejecida yegua sabía esto, y frunció el ceño.
Sin embargo, ella suspiro alejando sus pensamientos desalentadores y cerro la caja antes de dejar su mesa de trabajo y saltar hacia la cabina. Subida en el asiento, se bajo los anteojos y desconecto el piloto automático. Ojeando los indicadores golpe antes de vapor de su tablero de mando, ella izo un juicio instintivo de su ubicación y extrajo varias palancas y manijas encadenadas, dejando caer el Harmony en un profundo descenso pascando una amplia meseta que se extiende más allá de la niebla gris de abajo. En el centro de la meseta había una estructura hecha por un poni: una barricada circular de hierro forjado. Y en el vértice del círculo descansaba una gruesa abrazadera de metal... para la señal...
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