Es un relato corto que escribí hace unas semanas, y quería compartirlo con vosotros.

Aviso, el relato es de miedo.

La oscuridad reinaba aquella habitación, mientras yo me tapaba con la sábana, y temblaba. A pesar de ser verano, era una de las noches más frías del año, en mi opinión.
Abracé a mi oso de peluche y cerré los ojos con fuerza. Tarde o temprano me encontraría, y a pesar de querer tener esperanza, no podía.
Llevaba ya minutos sin poder dormir, cuando en mi habitación vi algo, una sombra, que cruzaba mi habitación de un extremo a otro y me producía un escalofrío indescriptible. Intenté meterme en la mente que era producto de mi imaginación (al fin y al cabo, sólo tenía 5 años cuando todo eso sucedió), pero cuando ya había conseguido tranquilizarme, escuché una voz. Una voz fría y áspera que provenía de todas partes a la vez, y susurraba algo, mi nombre.
Los nervios se me pusieron a mil, e intenté gritarle a mi madre, pero no me daba la voz ni para susurrar, así que me tapé con la sábana.
Estaba ahí, escondido, sin poder hacer nada. Tan sólo se me ocurría una cosa: encender la luz para ahuyentar a aquella bestia y que deje de molestarme, así que me armé de valor, me incorporé en la cama y posé el pié en el suelo, pero al ir a poner el segundo, el suelo había desaparecido. Caía en una inmenso vacío sin fin del cual era imposible escapar, hasta que finalmente sentí algo. Era blando, pero frío como la noche. No podía ser el suelo. Estaba en mi cama de nuevo, era imposible salir de ahí, tenía que esperar a que pasara la noche. me volví a tapar con la sábana, y no pude evitar llorar, llorar como un simple niño de mi edad entonces habría hecho. Llorar con todas mis fuerzas, intentando ahuyentar a la bestia, pero nada ocurría. Todo seguía igual, con una diferencia: ya no oía ningún susurro. Todo estaba en silencio, hasta que escuché una risa. Una risa penetrante que, irónicamente, consiguió arrebatarme la felicidad e infancia que me quedaba. Seguí llorando durante horas, con la risa cada vez haciéndose más fuerte mientras la noche crecía y creía, hasta que a la media noche, en el punto en el que la luna llena estaba más alta, la risa retumbaba en mis oídos, junto a un grito. Un solo grito, apenas audible con esa risa dentro de mi cabeza, y que duró tan solo unos segundos antes de que parara. El grito había parado, pero la risa seguía y seguía con la misma fuerza, hasta que fue haciéndose más y más débil, hasta desaparecer completamente.
Desperté, intentando meterme en la cabeza que había sido una pesadilla, aún sin estar seguro de ello. Miré por la ventana, y el día estaba en su máximo esplendor.
Abrí la puerta de mi habitación y me dirigí a la de mi madre, intentando que ella me diera consuelo por aquella noche de pesadillas, pero cuando vi su cuerpo, tirado en la cama sin moverse, las risas me atormentaron durante toda mi vida.

Muy bonito muy bonito

¡Huh,Seems Legit!