Crónicas de Cristificatis.

El aire me recorrió el cuerpo, sentí como si un ecalofrio gélido me recorriera el cuerpo, mis bellos se pusieron de punta y una sensación épica me inundó, es como la sensación que siente un científico tras realizar un gran descubrimiento[,] o la de un comerciante tras realizar una gran transacción económica. Nunca me gustó esa sensación, me recuerda a aquel día. Siempre me han dicho que las heridas las cierra el tiempo[,] pero en mi caso no es así, mis heridas están entreabiertas, dejando todavía correr sangre de vez en cuando y doliéndome y atormentándome algunas veces. Tras esta breve reflexión interna me puse a caminar, sigilosa pero rápidamente, como me enseñó mi abuelo.
En mi caminata, si se le puede llamar así, podía observar el paisaje, ya no entonaba su característico color verde oscuro, ni la tierra poseía ya su maravilloso gris carbón. Todo se encontraba quemado, solo se podían distinguir pequeñas manchas verdosas, pero eso no era vegetación, en ese lugar era donde se encontraban los Protectores, en sus altas torres ya abandonadas que aun resistían al paso del tiempo y al esfuerzo de la naturaleza por derribarlas. Y aunque parecieran un lugar seguro y reconfortarble[,] ese era el lugar mas peligroso todo este maldito planeta, aunque estuvieran abandonadas todavía quedan vestigios de sus antiguos moradores, de todas su trampas y armas, de toda su defensa y belicosidad.
Seguí caminando en mi objetivo de llegar a la puerta, de encontrarme con mi pasado, no quería ni imaginar como seguiría la ciudad[,] así que me puse a tararear una canción, para ahogar mis malos pensamientos y no torcerme en mi camino. Tras mas de cinco horas caminando[,] pude sentir que el cansancio ya tiraba de mi y no me dejaba caminar mas, me senté en un tronco cerca de un arroyo, mientras descansaba una silueta me distrajo de mi tarea, «No puede ser, ese día… acabo con todos, no quedó nadie vivo, como es posible.» pensé. De inmediato me levanté y me acerqué al lugar donde había visto esa silueta, con cada paso que daba me dolían mas los pies[,] pero eso no me importaba, la curiosidad me obliga a caminar, cada vez podía ver la imagen con mas nitidez y claridad.

Al llegar al lugar pude ver que mis ojos me jugaron una mala pasada, no era una persona aquello, mas tampoco había nada, era una estatua, una gran estatua, con un cuerpo pálido y rígido que no inspiraba movimiento alguno. Tras mirar mas detenidamente la estatua[,] pude ver que había algo grabado en su base, “El horror al que fui sometido acabo conmigo”, y aunque no podía verse con claridad[,] mas abajo ponía otra cosa[:] “W.2.”, en cuanto vi esas iniciales intuí que esto no era una estatua normal, era una tumba. En cuanto deduje esto me aparté de inmediato de la estatua, y tan rápido como me aparte pude ver un ramillete de flores en una esquina de la estatua[,] y junto el una pequeña tablilla de madera, me acerqué y pude leer, “Siempre a mi lado-S.D.”, en estos parajes no vive nadie, no hay nada, quien pudo traer esto. La curiosidad me incitaba a investigar pero no podía, debía cumplir mi misión.

El aire me recorrió el cuerpo; sentí como si un ecalofrio gélido me recorriera el cuerpo. Mis bellos se pusieron de punta y una sensación épica me inundó, como la sensación que siente un científico tras realizar un gran descubrimiento, o la de un comerciante tras realizar una gran transacción económica. Nunca me gustó esa sensación, me recuerda a aquel día. Siempre me han dicho que las heridas las cierra el tiempo, pero en mi caso no es así. Mis heridas están entreabiertas, dejando todavía correr sangre de vez en cuando y doliéndome y atormentándome algunas veces. Tras esta breve reflexión interna me puse a caminar, sigilosa pero rápidamente, como me enseñó mi abuelo.

En mi caminata, si se le puede llamar así, podía observar el paisaje. Ya no entonaba su característico color verde oscuro, ni la tierra poseía ya su maravilloso gris carbón. Todo se encontraba quemado, solo se podían distinguir pequeñas manchas verdosas, pero eso no era vegetación. En ese lugar era donde se encontraban los Protectores, en sus altas torres ya abandonadas que aun resistían al paso del tiempo y al esfuerzo de la naturaleza por derribarlas. Y aunque parecieran un lugar seguro y reconfortarble, ese era el lugar mas peligroso todo este maldito planeta. Aunque estuvieran abandonadas todavía quedan vestigios de sus antiguos moradores, de todas su trampas y armas, de toda su defensa y belicosidad.

Seguí caminando en mi objetivo de llegar a la puerta, de encontrarme con mi pasado. No quería ni imaginar como seguiría la ciudad, así que me puse a tararear una canción para ahogar mis malos pensamientos y no torcerme en mi camino. Tras mas de cinco horas caminando, pude sentir que el cansancio ya tiraba de mi y no me dejaba caminar mas. Me senté en un tronco cerca de un arroyo y, mientras descansaba, una silueta me distrajo de mi tarea. «No puede ser, ese día… acabo con todos, no quedó nadie vivo, ¿cómo es posible?» pensé. De inmediato me levanté y me acerqué al lugar donde había visto esa silueta; con cada paso que daba me dolían mas los pies, pero eso no me importaba, la curiosidad me obliga a caminar. Cada vez podía ver la imagen con mas nitidez y claridad.

Al llegar al lugar pude ver que mis ojos me jugaron una mala pasada. No era una persona aquello, mas tampoco había nada: era una estatua, una gran estatua, con un cuerpo pálido y rígido que no inspiraba movimiento alguno. Tras mirar mas detenidamente la estatua pude ver que había algo grabado en su base: “El horror al que fui sometido acabo conmigo”. Y aunque no podía verse con claridad, mas abajo ponía otra cosa: “W.2.”. En cuanto vi esas iniciales, intuí que esto no era una estatua normal: era una tumba. En cuanto deduje esto me aparté de inmediato de la estatua, y tan rápido como me aparte pude ver un ramillete de flores en una esquina de la estatua, y junto el una pequeña tablilla de madera. Me acerqué y pude leer “Siempre a mi lado-S.D.”. En estos parajes no vive nadie, no hay nada, ¿quien pudo traer esto?. La curiosidad me incitaba a investigar, pero no podía, debía cumplir mi misión.