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The journey of the fights [Mi novela] [Punch-Out!!]
Sporepedia 2 :: Spore World :: Off-topic :: Arte
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The journey of the fights [Mi novela] [Punch-Out!!]
Recuerdo del primer mensaje :
¿Por qué no ponerle una introducción al tema?
Esta es mi novela, basada en un videojuego. Pero no te asustes, si quieres leerla no debes retraerte, pues el juego en sí no posee mucha historia, y yo siempre me alejo de cualquier spoiler.
Se me vino a la cabeza por muchas ideas, muchas versiones puestas por dA, mucha información recolectada. Completento con dibujos, escribo cada vez que puedo , cada vez que siento que sea correcto. Si tienes el tiempo de echar lectura, te aseguro que no te arrepentirás (Y si así es, puedes tirarme una patata y criticar cada punto para que yo pueda mejorar). Empezada cerca de Marzo, terminaré esta novela antes de que acabe el año y la imprimiré como una de mis más grande sobras. ¡Un regalo especial para mi querido foro, la Sporepedia 2!
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¡Ahhh, la mañana no podía estar más fresca, más iluminada! Unas risas burlonas acompañaron su amanecer, y sus cabellos rojizos salieron de su escondite entre las sábanas. Aquella sonrisa levemente malévola de dientes amarillos decoró la alegría del nuevo día, mientras aún cansado por la noche anterior quitó de la cama y se hecho un vaso de agua helada al rostro, casi disfrutando el efecto que causaba. Se vistió casualmente, ¿Por qué iba a liarse en un día libre, en su propio hogar? Un gran apartamento en medio de la ciudad, una ciudad muy bonita y llena de verde todo el año. Falta destacar que las paredes combinaban muy bien con los dorados rayos del sol, y la buena patria de esas tierras. ¡De sangre, de amor a la buena suerte! Un nuevo día en las grandes calles de Dublín, Irlanda.
De inmediato fue el baño. Se dio una ducha rápida de mala gana, finalizando con afeitarse la barba de toda la jornada. Arregló un poco su cabello despeinado, y así sin más
Directo aquel hombre fue a su desayuno. Golpeó el refrigerador un par de veces, para acomodar sus nudillos al posible dolor de una pelea. Así mismo, sacó algo de leche y una ensalada que había quedado de ayer, evitando el cocinar por lo menos en los tiempos de pereza. Devoró distraído, mientras pensaba en la borrachera del día anterior, ¡Vaya noche! Le habían quedado todos los huesos rotos por haber caído del edificio, pero ya estaba como nuevo con unas horas de descanso. El hombre se echó a reír con ganas, mientras bebía el líquido y dejaba los platos limpios al minuto. En ese momento estaba extrañamente alegre, con su típico aire burlón de toda la vida.
Eso si, casi olvida por lo menos cepillarse sin galardones la dentadura.
-"Cuida tus dientes, a menos que quieras gastar más en la maldita factura del médico" - Repasó el irlandés, bufoneando con los ojos mientras usaba el cepillo a velocidad ultrasónica. Ya listo y preparado, salió de aquella habitación, y subió al segundo piso del apartamento (Diciendo ya que era grande). Siempre en las mañanas le daba de entrenar un poco, para no perder el ritmo en su ocio. Pues...le tenía apego a su sala de entrenamientos, totalmente pintada de verde, con sacos de arena y un cuadrilátero todo bien construido por si alguien le quería desafiar en privado. Tomó sus guantes, y calentó pegándole a uno de sus muñecos, con una imagen pegada donde se suponía que estaba un rostro. ¡Su peor enemigo, de los enemigos, de todos los enemigos! E irónicamente, uno de los que más le hacía reír incluso con moretones en el ring. ¿Estaría acaso aquel "eterno campeón" haciendo fiestas y parrandas ahora que estaba retirado? Nadie lo sabía, y a él no le importaba. De todas maneras era su vocación y disfrutaba sacándole los dientes a los novatos.
Y lista estaba su rutina, pues ahora tenía el amanecer a su merced, todo Dublín que disfrutar. No tenía nada agendado por el momento, y aunque para un boxeador eso significara conseguir una lucha lo más pronto posible, a aquel hombre le daba igual, pues quería beber unas botellas en el bar de la plaza. Bajo los pisos, pasó de saludar al receptor y abrió la puerta hacia la calle, aún bastante animado. ¡Ja, estaba todo muy tranquilo! Gente con sus hijos dando vueltas por allí, trotando y aprovechando las horas. Ancianas tomando el té, jóvenes en sus bicicletas. Un día aparentemente perfecto por donde se le viera. ¿El bar acaso estaría tan animado, o seguiría estando para los deprimidos violentos como de costumbre? Con su sonrisa aquel hombre lo fue pensando, mientras sus pasos hacían resonar el pavimento.
La plaza tan linda como siempre y sus árboles, y un local público a un lado muy acostumbrado. El irlandés caminó, entró y saludó al cantinero simplemente levantando su mano.
-Bella madrugada, ¿No, Aran? -Rió aquel hombre gordo, con su típico bigote y limpiando unas copas que quedaban de la fiesta. El aire estaba decorado con el humo de un solitario fumador en una esquina, incluso no estando permitido el fumar en lugares públicos. Bah, de todas maneras a nadie le importaba en la cantina.
-He.. ¿Todo bien, Marshel? ¡Mira que quedaste perfecto, incluso después de que te rompieran la quijada! - Se hecho a reír Aran, demandando una cerveza lo antes posible. El cantinero soltó una sonrisa mientras hacía rechinar los vasos de limpios.
-¡Ja, lo dice el que se cayó del edificio borracho con todo y mesa! - Se burló, con una mirada desafiante, de buenos compañeros bromistas. Con el bar hecho de tres - Dos medio amigos y un tipo raro- , se volvía el club privado más animado de las AM. Se sirvieron las cervezas, y de tragos terminaron varios los dos, mientras pasaban las horas entre chistes y buenas carcajadas. Daba buena espina estar allí, en la oscuridad y oculto del mundo, de tan destructivo universo. ¡Pues destructivo!
Finalmente pasaron unas tres horas, cuando la jornada ya parecía normal con su característico y adornado cielo azul. Aran estaba algo borracho, pero no tanto como para delirar y caerse a zancadas. Viendo que había pasado su buen rato, se despidió del cantinero y se marchó alegre a la calle, pasando por un lado, apoyándose de inmediato a muros de otro local. Estaba bastante tranquilo para ser un día cualquiera. Solo así...hasta que algo le hizo sobresaltar y casi tener un ataque de la buena sorpresa. ¿Quién lo hubiera imaginado? El tipo adicto a la nicotina había salido también, y se había puesto en frente del irlandés, desafiante.
Tenía pintas de loco mafioso, con una bufanda blanca y una chaqueta marrón de marca. No tenía buen rostro, por unas marcadas ojeras. Tenía un cabello marrón, totalmente desordenado. Y antes de reaccionar... ¡El idiota tenía una navaja en sus zarpas! La sacó, y prácticamente amenazó al luchador con el arma blanca.
-Tú tienes mucho dinero como para beber tanto. Dámelo - Murmuró, con una voz de desesperado reprimido.
En cambio, Aran Ryan no parecía muy asustado por la ofensiva. Una sonrisa sarcástica, reluciendo su dentadura y su fija mirada. No tenía el más mínimo miedo, y más bien tenía la apariencia de tomárselo a la ligera.
-¡Ja,ja! - Terminó soltando - ¡Claro, te voy a dar toda mi billetera, malnacido! - Dijo con el buen toque ebrio. Sintió como el tipo le presionaba el cuchillo al cuello, sin soltar sangre, pero a punto de hacerlo. Estaba bastante decidió aquel fumador por la paga del robo...
-¡DÁMELO! - Gritó, sin darse cuenta de que bajaba la guardia. Un "¡Aquí lo tienes, hijo de perra! fue lo que recibió, un golpe bajo que le hizo retroceder, que le hizo soltar sangre al misterioso extraño de la bufanda. Aran aprovechó para patearle al suelo, recoger el cuchillo y tirarlo por quien sabe cuál tejado entre risotadas impresionantes. ¡Vaya lástima que nadie estuviera viendo, pero para él!
Recogió a tipo de la camisa, y comenzó a golpearlo en la cara por diversión, por donde le cupiera el alma y haciendo galas de su entrenamiento. ¡Mala suerte meterte con tal irlandés! Pero solo hasta el rato.
¿Recuerdan ustedes al cantinero, ese gordo limpia vasijas? Pues ese mismo viejo de mala cara había salido, contemplando la paliza del extraño. Entró nuevamente a su local. Y sin que nadie lo supiera... volvió a salir con algo entre manos.
Se escuchó como le quitaban el seguro a un arma de fuego. Y así, el irlandés impactado giró su rostro hacia atrás, viendo como el barman le apuntaba a la cara con una sonrisa mediocre en sus duros labios.
-¿No seguiste el plan, verdad, Ryan? - Se echó a reír. El boxeador sin dudarlo, tuvo que dejar de golpear al tipo raro de la bufanda, mientras con una mirada acusadora le clavaba el odio al cantinero. ¡Un traidor, eso era!
-¡Maldito imbécil, Marshel, desgraciado de...!
-¡Cuida tu lengua, peleador de tercera! Infeliz... ¿Por qué no te dejaste robar? - Empezó a acercarse, aún con la pistola asegurada para disparar. El irlandés tuvo que retroceder, hasta tocar nuevamente las paredes del otro local. - Levántate, Fecsir. No seas una niñita, ¡Devuélvele lo que te ha dado! - Rió el cantinero. El de la bufanda, como siguiendo órdenes se levantó ignorando sus heridas y aún empapado por las heridas de tan injusta batalla. Con una mano en su estómago, se acercó a Aran quien no se movía y aun acusadoramente maldecía al pelado del barman, quitando su buena sonrisa al odio. El fumador fácilmente denotó la alegría de que se cambiaran las cosas.
Golpeó a Aran en el rostro, haciéndolo caer a un lado, casi de plasta al suelo si no se hubiera sostenido con un brazo. El irlandés puso su mano en la boca, viendo como rápidamente sangraba, en contraste a lo sucedido anteriormente. Y sin poder detenerlo, una patada en su costado lo hizo caer de espaldas al pavimento, hacia un oscuro callejón que se formaba entre los dos locales. Empezó a recibir variados golpes en las costillas, aún más en su rostro mientras intentaba cubrirse con sus desnudos brazos. No pudo detenerlo, le tumbaron sin remedio, le tumbaron sin piedad.
-Quítale todo lo que tenga de valor - Escuchó, mientras empezaba a desvanecerse todo a su alrededor. Lo último que pudo ver antes de desfallecer, era la cara del de la bufanda, esa cara de idiota que le había tirado al suelo, sangrando. Y así, todo alrededor se volvió oscuro, como si las luces se hubieran apagado de golpe. El día, tan bello y azulado, de lejos volvería a ser el mismo.
Extra
The journey of the fights por Xhaps se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial 3.0 Unported. Todos los derechos a Next Levels games y Nintendo
Tags : Punch out fanfic español punch-out!! punchout wii aran ryan novela joven drama humor
¿Por qué no ponerle una introducción al tema?
Esta es mi novela, basada en un videojuego. Pero no te asustes, si quieres leerla no debes retraerte, pues el juego en sí no posee mucha historia, y yo siempre me alejo de cualquier spoiler.
Se me vino a la cabeza por muchas ideas, muchas versiones puestas por dA, mucha información recolectada. Completento con dibujos, escribo cada vez que puedo , cada vez que siento que sea correcto. Si tienes el tiempo de echar lectura, te aseguro que no te arrepentirás (Y si así es, puedes tirarme una patata y criticar cada punto para que yo pueda mejorar). Empezada cerca de Marzo, terminaré esta novela antes de que acabe el año y la imprimiré como una de mis más grande sobras. ¡Un regalo especial para mi querido foro, la Sporepedia 2!
The journey of the fights
Oficialmente un nuevo nombre
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¡Ahhh, la mañana no podía estar más fresca, más iluminada! Unas risas burlonas acompañaron su amanecer, y sus cabellos rojizos salieron de su escondite entre las sábanas. Aquella sonrisa levemente malévola de dientes amarillos decoró la alegría del nuevo día, mientras aún cansado por la noche anterior quitó de la cama y se hecho un vaso de agua helada al rostro, casi disfrutando el efecto que causaba. Se vistió casualmente, ¿Por qué iba a liarse en un día libre, en su propio hogar? Un gran apartamento en medio de la ciudad, una ciudad muy bonita y llena de verde todo el año. Falta destacar que las paredes combinaban muy bien con los dorados rayos del sol, y la buena patria de esas tierras. ¡De sangre, de amor a la buena suerte! Un nuevo día en las grandes calles de Dublín, Irlanda.
De inmediato fue el baño. Se dio una ducha rápida de mala gana, finalizando con afeitarse la barba de toda la jornada. Arregló un poco su cabello despeinado, y así sin más
Directo aquel hombre fue a su desayuno. Golpeó el refrigerador un par de veces, para acomodar sus nudillos al posible dolor de una pelea. Así mismo, sacó algo de leche y una ensalada que había quedado de ayer, evitando el cocinar por lo menos en los tiempos de pereza. Devoró distraído, mientras pensaba en la borrachera del día anterior, ¡Vaya noche! Le habían quedado todos los huesos rotos por haber caído del edificio, pero ya estaba como nuevo con unas horas de descanso. El hombre se echó a reír con ganas, mientras bebía el líquido y dejaba los platos limpios al minuto. En ese momento estaba extrañamente alegre, con su típico aire burlón de toda la vida.
Eso si, casi olvida por lo menos cepillarse sin galardones la dentadura.
-"Cuida tus dientes, a menos que quieras gastar más en la maldita factura del médico" - Repasó el irlandés, bufoneando con los ojos mientras usaba el cepillo a velocidad ultrasónica. Ya listo y preparado, salió de aquella habitación, y subió al segundo piso del apartamento (Diciendo ya que era grande). Siempre en las mañanas le daba de entrenar un poco, para no perder el ritmo en su ocio. Pues...le tenía apego a su sala de entrenamientos, totalmente pintada de verde, con sacos de arena y un cuadrilátero todo bien construido por si alguien le quería desafiar en privado. Tomó sus guantes, y calentó pegándole a uno de sus muñecos, con una imagen pegada donde se suponía que estaba un rostro. ¡Su peor enemigo, de los enemigos, de todos los enemigos! E irónicamente, uno de los que más le hacía reír incluso con moretones en el ring. ¿Estaría acaso aquel "eterno campeón" haciendo fiestas y parrandas ahora que estaba retirado? Nadie lo sabía, y a él no le importaba. De todas maneras era su vocación y disfrutaba sacándole los dientes a los novatos.
Y lista estaba su rutina, pues ahora tenía el amanecer a su merced, todo Dublín que disfrutar. No tenía nada agendado por el momento, y aunque para un boxeador eso significara conseguir una lucha lo más pronto posible, a aquel hombre le daba igual, pues quería beber unas botellas en el bar de la plaza. Bajo los pisos, pasó de saludar al receptor y abrió la puerta hacia la calle, aún bastante animado. ¡Ja, estaba todo muy tranquilo! Gente con sus hijos dando vueltas por allí, trotando y aprovechando las horas. Ancianas tomando el té, jóvenes en sus bicicletas. Un día aparentemente perfecto por donde se le viera. ¿El bar acaso estaría tan animado, o seguiría estando para los deprimidos violentos como de costumbre? Con su sonrisa aquel hombre lo fue pensando, mientras sus pasos hacían resonar el pavimento.
La plaza tan linda como siempre y sus árboles, y un local público a un lado muy acostumbrado. El irlandés caminó, entró y saludó al cantinero simplemente levantando su mano.
-Bella madrugada, ¿No, Aran? -Rió aquel hombre gordo, con su típico bigote y limpiando unas copas que quedaban de la fiesta. El aire estaba decorado con el humo de un solitario fumador en una esquina, incluso no estando permitido el fumar en lugares públicos. Bah, de todas maneras a nadie le importaba en la cantina.
-He.. ¿Todo bien, Marshel? ¡Mira que quedaste perfecto, incluso después de que te rompieran la quijada! - Se hecho a reír Aran, demandando una cerveza lo antes posible. El cantinero soltó una sonrisa mientras hacía rechinar los vasos de limpios.
-¡Ja, lo dice el que se cayó del edificio borracho con todo y mesa! - Se burló, con una mirada desafiante, de buenos compañeros bromistas. Con el bar hecho de tres - Dos medio amigos y un tipo raro- , se volvía el club privado más animado de las AM. Se sirvieron las cervezas, y de tragos terminaron varios los dos, mientras pasaban las horas entre chistes y buenas carcajadas. Daba buena espina estar allí, en la oscuridad y oculto del mundo, de tan destructivo universo. ¡Pues destructivo!
Finalmente pasaron unas tres horas, cuando la jornada ya parecía normal con su característico y adornado cielo azul. Aran estaba algo borracho, pero no tanto como para delirar y caerse a zancadas. Viendo que había pasado su buen rato, se despidió del cantinero y se marchó alegre a la calle, pasando por un lado, apoyándose de inmediato a muros de otro local. Estaba bastante tranquilo para ser un día cualquiera. Solo así...hasta que algo le hizo sobresaltar y casi tener un ataque de la buena sorpresa. ¿Quién lo hubiera imaginado? El tipo adicto a la nicotina había salido también, y se había puesto en frente del irlandés, desafiante.
Tenía pintas de loco mafioso, con una bufanda blanca y una chaqueta marrón de marca. No tenía buen rostro, por unas marcadas ojeras. Tenía un cabello marrón, totalmente desordenado. Y antes de reaccionar... ¡El idiota tenía una navaja en sus zarpas! La sacó, y prácticamente amenazó al luchador con el arma blanca.
-Tú tienes mucho dinero como para beber tanto. Dámelo - Murmuró, con una voz de desesperado reprimido.
En cambio, Aran Ryan no parecía muy asustado por la ofensiva. Una sonrisa sarcástica, reluciendo su dentadura y su fija mirada. No tenía el más mínimo miedo, y más bien tenía la apariencia de tomárselo a la ligera.
-¡Ja,ja! - Terminó soltando - ¡Claro, te voy a dar toda mi billetera, malnacido! - Dijo con el buen toque ebrio. Sintió como el tipo le presionaba el cuchillo al cuello, sin soltar sangre, pero a punto de hacerlo. Estaba bastante decidió aquel fumador por la paga del robo...
-¡DÁMELO! - Gritó, sin darse cuenta de que bajaba la guardia. Un "¡Aquí lo tienes, hijo de perra! fue lo que recibió, un golpe bajo que le hizo retroceder, que le hizo soltar sangre al misterioso extraño de la bufanda. Aran aprovechó para patearle al suelo, recoger el cuchillo y tirarlo por quien sabe cuál tejado entre risotadas impresionantes. ¡Vaya lástima que nadie estuviera viendo, pero para él!
Recogió a tipo de la camisa, y comenzó a golpearlo en la cara por diversión, por donde le cupiera el alma y haciendo galas de su entrenamiento. ¡Mala suerte meterte con tal irlandés! Pero solo hasta el rato.
¿Recuerdan ustedes al cantinero, ese gordo limpia vasijas? Pues ese mismo viejo de mala cara había salido, contemplando la paliza del extraño. Entró nuevamente a su local. Y sin que nadie lo supiera... volvió a salir con algo entre manos.
Se escuchó como le quitaban el seguro a un arma de fuego. Y así, el irlandés impactado giró su rostro hacia atrás, viendo como el barman le apuntaba a la cara con una sonrisa mediocre en sus duros labios.
-¿No seguiste el plan, verdad, Ryan? - Se echó a reír. El boxeador sin dudarlo, tuvo que dejar de golpear al tipo raro de la bufanda, mientras con una mirada acusadora le clavaba el odio al cantinero. ¡Un traidor, eso era!
-¡Maldito imbécil, Marshel, desgraciado de...!
-¡Cuida tu lengua, peleador de tercera! Infeliz... ¿Por qué no te dejaste robar? - Empezó a acercarse, aún con la pistola asegurada para disparar. El irlandés tuvo que retroceder, hasta tocar nuevamente las paredes del otro local. - Levántate, Fecsir. No seas una niñita, ¡Devuélvele lo que te ha dado! - Rió el cantinero. El de la bufanda, como siguiendo órdenes se levantó ignorando sus heridas y aún empapado por las heridas de tan injusta batalla. Con una mano en su estómago, se acercó a Aran quien no se movía y aun acusadoramente maldecía al pelado del barman, quitando su buena sonrisa al odio. El fumador fácilmente denotó la alegría de que se cambiaran las cosas.
Golpeó a Aran en el rostro, haciéndolo caer a un lado, casi de plasta al suelo si no se hubiera sostenido con un brazo. El irlandés puso su mano en la boca, viendo como rápidamente sangraba, en contraste a lo sucedido anteriormente. Y sin poder detenerlo, una patada en su costado lo hizo caer de espaldas al pavimento, hacia un oscuro callejón que se formaba entre los dos locales. Empezó a recibir variados golpes en las costillas, aún más en su rostro mientras intentaba cubrirse con sus desnudos brazos. No pudo detenerlo, le tumbaron sin remedio, le tumbaron sin piedad.
-Quítale todo lo que tenga de valor - Escuchó, mientras empezaba a desvanecerse todo a su alrededor. Lo último que pudo ver antes de desfallecer, era la cara del de la bufanda, esa cara de idiota que le había tirado al suelo, sangrando. Y así, todo alrededor se volvió oscuro, como si las luces se hubieran apagado de golpe. El día, tan bello y azulado, de lejos volvería a ser el mismo.
- Capítulo 2 / Odio ir al médico/:
Pssss....tksssss..... luces blancas... paredes brillantes, tremendos rayos anaranjados que atravesaban cada rincón, provenientes de un enorme farol que afuera se engalardonaba de su grandeza en las alturas. ¿Estaba acaso muerto, o algo así? Un ambiente pacífico tal santuario, un silencio mortal del que solo los insectos se salvaban en su pequeño mundo. Y un olor levemente repulsivo, mitad agradable también... un olor muy parecido a... ¿Alcohol, guantes de goma y desinfectante de marca?
Sus ojos se abrieron como platos, con bastante dificultad por el constante dolor. Ahora que veía con detalle el calmado entorno, no podría confundirlo nuevamente con el paraíso nunca jamás, o algún efecto de drogas baratas si se ve desde ese punto. Era un hospital, la sala de un hospital que francamente era de buenas pintas, seguramente el de la capital. Entonces...sacando conclusiones, alguien llamó a la ambulancia después de aquello. Fue un alivio, por que sin dudarlo pensaba que le habían matado ya. ¡Se arrepentirían de no haberlo hecho! Euu, pero mucho después, a lo menos hasta que pudiera moverse.
El irlandés analizó con curiosidad la camilla que le sostenía. Su brazo estaba conectado a un suministro de sangre, alertando que habría perdido bastante al menos en horas. Y como era de esperarse, tooodas sus pertenencias de valor le habían sido quitadas, y las que no pues confiscadas por los médicos o los policías que le debieron encontrar agonizante. Ahora que lo pensaba...¿Cómo el de la bufanda pudo hacerle tanto daño, si estaba medio muerto y todo? Bueno...el tipo no era nada delgado...y estaba a puño limpio...pero, ¡Pero se había metido con Aran! El maldito infeliz debía de llevar alguna manopla o algo, de seguro debía ser eso... (Oh vaya, ahora no sabía si odiar los trucos, o amarlos mucho más).
Simplemente, decidió maldecir lo que pudo, por lo menos mientras estuviera despierto. Aún se sentía demasiado débil, y ninguna buena risa se mantenía a flote como para alegrarle y darle fuerzas. Esta vez, el dolor era punzante y agudo, le recorría la espina desde la médula. Si le hubieran preguntado, hubiera preferido que le quebraran todas las extremidades, pues ese tipo de golpes apreciaba con ganas, y le encantaban. Por ahora, solo quedaba cerrar los ojos, y descansar el tiempo necesario. Seguro que si estaba tranquilo no le quitarían muchos fondos por tratamiento.
- He...hehehe... - Pequeñas risas, retenidas para no hacer alarma retumbaron en los oídos del propio irlandés. Una sonrisa perversa, y en sus manos un cordel que ataba con pasión y soltura. Puso su creación en el suelo apenas terminar, a pies de la camilla, y como si nada se puso a silbar mientras colocaba sus manos por detrás de la cabeza, esa que relucía su oscuro cabello pelirojo tan cuidado. Los pasos le hicieron cada vez soltar una pequeña risotada, y así hasta que la puerta se abrió delicadamente, la puerta de la habitación donde el estaba reposando hace a lo menos unos tres días desde aquel asalto. De allí entró una enfermera, la vieja Anastasia de cuarenta y siete años que poseía la cara de los mil demonios. ¡Vaya risotadas que se ganaba hora tras hora con ella! La vieja siempre entraba desanimada, deseando dar de a palos al paciente.
Se fue acercando, para darle el desayuno de la mañana, -Más te vale que no lo aventes esta vez, o te voy a quitar el suministro- alegó mientras se acercaba a su destino. Nadie se hubiera esperado que, al pisar la pequeña cuerda, sucedería algo, ¿Verdad?
La cuerda se agarró a pie de la asistente, la hizo tropezar cuando el irlandés tiró de ella. La vieja trastabilló, y cayó de espaldas al suelo con un grito anticuado de toda la vida, mientras el desayuno volaba por los aires, y aterrizaba en cara a la pobre enfermera, dejándole ojos de huevo frito y sonrisa de tocino a la orden.
-Pfffff, ¡Jajajaja! - Rió sin pena el irlandés, empezando a ahogarse de la diversión mientras golpeaba la cama con los puños. La vieja Anastasia se puso roja como un tomate de la ira, y en cuanto se pudo levantar hizo una rabieta de niña a los cuatro años, se marchó apretando las manos y haciendo sonar sus tacones con todas las carcajadas de fondo. ¡Ah, la buena broma del día no pudo ser más exitosa! Pasaron los minutos antes de que callara, y cuando lo hizo existió ese común silencio funerario entre el sol del amanecer. En estos momentos era cuando en la sala de al lado, el doctor evaluaba a los pacientes. Siempre esperaba a escuchar su situación actual, pues no quería esperar hasta la noche cuando era público al mundo; pues en poco rato le dejaban ver su muy abandonado correo y más tarde tenía que aguantarse hasta que tuviera las de dormir, ¡Terrible!.
Así mismo, atentó el oído...
-Señor, ¿Cuál es el reporte de Sánchez, Xavier y Ryan? Es hora de registrarlos...
-Ah...muy bien. Sánchez ha mejorado desde la extirpación del tumor. Ha perdido muchos fluidos, pero con un coma inducido de tres meses se recuperará en totalidad. Xavier aún necesita reposo, pues aquella ancla le hizo un gran corte en el costado, y tras los puntos debe descansar. Y Ryan...
-¿Sí?
-Deberá quedarse aquí un par de semanas. Siendo joven y fuerte, aquellos traumas no le fueron gran problema. Hemos visto que es un luchador experimentado, y por lo tanto esta acostumbrado a los golpes. En cambio, la pérdida de sangre por aquella herida y tal le mantendrán bastante en la camilla. Eso es todo.
-Oh...muy bien señor...
Y esa fue la charla del médico. Unas semanas de sufrimiento agónico en el hospital ¿Ese era el diagnóstico? ¡Terrible por donde se le viera! Aran soltó un suspiró enfermo de aburrimiento, viendo lo que le esperaba. ¿Por qué tanto lío, si ya estaba como nuevo? ¡No era justo, les haría ver que podía estar de pie y...!
-Señor Ryan, aquí esta la computadora para que registre el correo - Vino diciendo otra enfermera de cabello rubio, trayendo un portátil - Tiene una hora.
-Eh, sí, sí... - Murmuró recibiéndolo. Le encendió, entro y se conectó al internet para ir directo a su correo. Debía tener uno casi por ley, puesto que la WVBA le enviaba peticiones y esas cosas; aunque eso significaba de lejos que lo visitara mucho. No era demasiado digital, no era su estilo.
De inmediato navego por la bandeja. Habían suscripciones de tiendas de lencería, tostadoras de la tía Paty, el gane un millón por nada... ¡Y un correo fresco de la Asociación! Le picó con cierta ansiedad, y vió el contenido sin muchos problemas.
Estimado Aran Ryan, del circuito mundial.
Hemos de informarle que recientemente ha recibido un desafío, por parte de uno de nuestros luchadores del Circuito Mayor. Viendo la distancia, se le han dado 42 horas para responder y aceptar o rechazar esta solicitud, teniendo en cuenta que se le pueden descontar puntos por ausencia, y no defender su puesto.
Atentamente, World Videogames Boxing Association.
-¡Hmmm, con que quieres quitarme mi puesto! Muy bien... ¡Saldré ahora mismo! - Se dijo a si mismo, mientras respondía el aceptar a los segundos. De ganas, quitó la sábana de la camilla y salió algo tambalenate para pisar el suelo. Desconectó el suministro de sangre como había aprendido de las enfermeras, y buscó su ropa en el pequeño clóset de la habitación. Apenas se la hubo puesto, ya se consideraba listo para salir al mundo exterior, tomar un vuelo y llegar a EE.UU lo antes posible. Abrió la puerta, llegó al pasillo... y se encontró de cara con el médico que le supervisaba, este con un rostro de sorpresa impresionante.
-¿Señor Aran Ryan? ¿Qué hace fuera de su habitación? - Preguntó
-¡Yo ya estoy listo para irme! Le puedo demostrar que me debe dar de alta - Se defendió, algo agresivo y esperando a que no le reprimiera. El doctor le observó curioso.
-Si puede levantarse tan fácilmente, de seguro que puede darse de alta - asintió- acompañeme a mi oficina.
Y así, le guió hasta allí. Era una muy bonita habitación de madera, rodeada con diplomas, una pequeña ventana y unas plantas grandes puestas a un lado del escritorio. El médico tomo asiento e invito al irlandés en frente.
-¿Qué actividades piensa hacer? Necesita descanso absoluto, el mínimo uso de fuerza brut...-
-Sí, sí Doc. ¡No haré eso, lo juro! - Interrumpió y mintió a la vez el irlandés, relajándose en su asiento.
-¿Está seguro? Puede que aún no se haya recuperado...
-¡Sé que estoy bien, déjeme marcharme ya! - Dijo molesto, intentando salir de la moral y el cuidado lo antes posible, puesto que no quería perder ni su vuelo ni su pelea. El doctor suspiró cansado, sacó unos papeles y firmó en ellos. Le ofreció a Aran, y este también lo hizo de mala gana. Así, ya estaba lista su solicitud de alta.
-Puede marcharse. Buena suerte, señor Ryan...
-¡Hasta nunca! - Y se cerró la puerta, mientras las luces del amanecer estaban en su apogeo. ¡Vaya energías de aquel hombre! "Ojalá que no se meta en problemas" , se preocupó levemente el médico, mientras ordenaba otros papeleos. Le deseaba lo mejor al joven luchador.
- Cp 3 :
Por mucho que aquel hospital vampiro le hubiera quitado todo el verde que le quedaba, y aquellos mequetefres le hubieran sustraído cualquier cosa de valor que trayera consigo, algún tipo de descuento pudo conseguir por la urgencia del cometido.Y bueno... la verdad es que con ciertas amenazas, engaños capitales y cuestiones bancarias inexistentes fue que Aran Ryan pudo recoger su vuelo al país de los sueños, uno muy veloz que no le quitaba más que unas seis horas sin paradas ni interrupciones.- Spoiler:
Si se veía el edificio desde afuera, lo más destacado era el imponente logo dorado de la Asociación, decorado con estrellas y aquellos típicos guantes para el deporte. Había una gran puerta de vidrio enfrente, con varios posters pegados de las luchas que se celebraban en aquel sinónimo de museo, en aquel paraíso para la lucha. Con una maravillada sonrisa, Aran notó que los carteled del momento anunciaban su próxima pelea.
Aran Ryan Vs Don Flamenco, como era de esperarse, el cuarto del circuito mundial contra el campeón del circuito mayor. Al parecer, aquel español enamorado quería escalar hacia la grandeza, quitándole el puesto al irlandés que por mucho mantuvo su territorio. ¿Sería acaso posible que lo ganara, o terminaría derrotado por el desquiciado abucheado por la multitud?
-¡Esto va a ser más que fácil, más que tirar a los idiotas con la cuerda! - Se burló Aran, entrando de lleno al gran coliseo frente a sus narices. Había como de costumbre un tumulto de periodistas, que aunque no fuera la pelea del siglo querían sacar una exclusiva para el empleo. El irlandés pasó de ellos, de cualquier pregunta o foto que le podrían sacar antes de entrar al ring. Fué con la recepcionista, y anunció sin preámbulos su llegada, para salvar de cualquier ausencia mal vista. Fuera de todo aquello, solo quedaba esperar entre bastidores, por aquella puerta blanca que estaba en el más recóndito pasillo, y a un lado de la enorme entrada al ring.
Llegó, se sentó en una de las bancas y abrió su bolso para sacar los implementos. Guantes de boxeo verdes, los nuevos que había conseguido; los boxers azules con el buen Trébol incustado en el cinturón, y finalmente las vendas que debía colocarse en las manos. No olvidó tampoco las herraduras de caballo, y por las dudas guardó consigo el arma de la cuerda, por si se le hacía difícil el tal Flamenco famoso en Madrid. Rió con ganas ¡Divertido sería hasta la muerte! Y diicho esto, en el camerino se cambió de atuendo y vendo las manos. El irlandés, al mirarse en el espejo, se dió cuenta de un detalle bastante singular.
-¿Mi torso está... vendado? - dijo, bastante sorprendido, mientras se palpaba la cintura. Estaba cubierto desde los pectorales hasta los oblicuos, y por alguna razón en el hospital ni se había percatado de tal detalle. Pensaba que seguramente algún moreton grave le habían hecho en el tórax, le habrían roto alguna costilla o similar... pero no quería averiguarlo ahora mismo. Además, se veían bastante bien, y pensando que no iba a ser una pelea acalorada le sería mínimo inconveniente ir con vendajes. Sonrió por última vez a su rostro, y con los guantes puestos ya tenía abierta la puerta para marcharse. La hora marcaba justo las 6:00 pm, momento en el cuál los luchadores debían presentarse en el ring. ¿Muy puntual, no?
La tensión se respiraba, los abucheos, pifias, alabanzas y gritos reinaban en el público con la emoción de la adrenalina. El combate estaba a punto de comenzar...
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¡Muy bien, damas y caballeros! ¡He aquí la pelea del año dejando de lado que este año es joven, un gran debate por escalar hacia la cima! Tenemos aquí a un encantador y flamante caballero de España, el campeón del circuito Mayor... y del otro lado, ¡Al maniático Irlandés, al cuarto en el gran circuito mundial, al gran....Aran Ryan!
Miles de saludos, carteles, fotografías al unísono se dispararon cuando el presentador terminó sus palabras. Puesto que ahora mismo entraban los luchadores desde cada lado, presentándose al público.
Uhh, sí, allí estaba Flamenco. Con el conjunto del alma destrozada, junto a su rosa negra del intenso amor que sufría, y las pérdidas que había sentido. Cuando el español subió al cuadrilátero, dijo con toda su garganta y en su idioma madre la siguiente frase : ¡Recuperaré tu amor, Carmen! ¡Y derrotaré a estos tristes vástagos, para ser tu rey, y tu seas mi reina!. Muchos anotaron como locos en sus libretas las palabras del luchador, mientras este saludaba con la decición en su mirada. Mientras tanto, nuestro Irlandés subia por su lado, con su sonrisa. Como de costumbre, pego un grito de la emoción antes de comenzar la lucha.
-¡AAAAAAAAAARRRRRGHHHH! ¡Vamos, idiota! ¡Veamos si esa Carmen viene a ayudarte cuando estés sangrando por la nariz, de seguro pelearía mejor que tu con esos brazos flacuchos! - Terminó, mientras hacía crujir su cuello a la redonda. Estaba muy, muy ansioso por recibir y dar golpes.
-¡Maldito loco, ya verás te te callo! - Y dicho esto por parte del español, el presentador dió anuncio al comienzo.
¡Que empiece el combate!, y las campanas tintinearon mientras los luchadores se reunían con ansias de sangre. No hubo piedad, y comenzaron de inmediato.
Flamenco no alcanzó ni a provocar a su rival, puesto que este lanzó la ofensiva primero. El español lo esquivo con suerte, exclamando por la velocidad, ¡Vaya sanguinario!
-¡Olé! - Exclamó con gracia Don, mientras se ponía en posición, y hacía vibrar su mano como si estuviera tocando unas castañas. Intentó golpearle, pero Ryan contratacó lo más pronto posible, pues mientras soltaba la palabra de jerga española, este aprovechó para golpearle en un costado. ¡Uf, eso debía doler! Flamenco salió disparado hacia atrás, pero no cayó. Más bien, eso despertó aún más las oscuras iras que le contaminaban, y con una mueca de total odio hacia el irlandés, estaba preparado para su movimiento estrella.
-¡Uno, dos, tres, cuatro, cinco! - Y cinco golpes directos fueron de cara contra Ryan. Este alcanzo a esquivar unos dos o tres, pero se perdió en las estrellas cuando quedaban los últimos dos ganchos. Le golpeó el rostro, haciéndolo tambalear con fuerza, con una voluntad impresionante para no caer.
-¡ME ENCANTA, sigue así! ¡Es divertido que golpees con algodón en vez de manos! - Se burló en irlandés, rodeandolo para molestarle. Flamenco estaba colérico, no podía auguantar a tal degenerado haciendo sus chistes. Y allí mismo fue cuando Aran quizo atacar.
Lanzó un golpe de frente, que el español bloqueó sin mucha dificultad. En medio de la aparente confusión del rival, le golpeó en rostro, una y otra, y otra, y otra vez, mientras este seguía atontado con la ofensiva. Tampoco duro demasiado.
Pues el español nuevamente bajo la guardia, y cuando se creía que no podía, Aran volvió a atacarle en un costado de improvisto. Le sacó el aire al español, le saco el aire... ¡Y su preciado peluquín voló por los aires! Pues así mismo, el semental de Europa llevaba una peluca para ocultar su no muy bella cabellera. Eso le hizo ponerse tan rojo como el vivo fuego, y al peor estilo berserker, arremetió de lleno contra el costado de Ryan, donde llevaba las vendas. Sin saberlo nadie, le había dado en su punto débil.
Aran soltó un grito desesperanzador, que logró erizarle la piel incluso a su atacante. Allí mismo, el irlandés bajo el rostro, curvó su columna...y escupió sangre al suelo con una gravedad tremenda. En eso, tambaleó otra vez, y cayó de cara al suelo, mientras sangraba peligrosamente. Todos quedaron atónitos, y ni siqueira Don Flamenco pudo reaccionar ante la caída mortal de su rival. En cambio, el mismo fuen quien gritó :
-¡Un médico, este hombre necesita primeros auxilios! - Y en eso, la gente entró en pánico, haciendo tumulto y gritó para acercarse al derrotado irlandés. Este prácticamente había desfallecido.
Muchos hombres y mujeres fueron a socorrerlo, muchos llamaron a la ambulancia. Cuando esta llegó, nada más verle evualuaron el terrible golpe que debió haber sufrido, lo que le dejó sin conciencia. La multitud fue evacuada, mientras llevaban al irlandés en una camilla. En el trasporte... abrieron sus vendas para percatarse de algo terrible.
-¡Este hombre tiene una herida de bala! ¿Cómo es que ha podido luchar con esta herida? - Y en eso mismo, retumbaron las palabras. Semanas de descanso, ningún esfuerzo físico hasta que se recuperara por completo. No eran simples moretones y huesos rotos los que le atormentaban.
-¿Aran Ryan ha perdido, dices? ... ¡Pagamos una fortuna por su victoria, el muy malnacido no pudo haber perdido!
... ...
-Ya veo, ya veo... avísen al hospital que le haremos una visita a nuestro boxeador favorito...
- Cp 4:
No podía ser verdad. No era cierto, era todo un timo, ¡Todo un timo! ¿¡Cómo es que se había permitido perder tan ridículamente?! ¿Que vil estratagema había tomado el Español para hacerle caer como una pluma? Estas mismas preguntas eran las que atormentaban al Irlandés, postrado nuevamente en una fría y solitaria sala de hospital, blanca y adornada con la luz artificial en las penumbras de la noche. Pero esta vez, colocado en urgencias. Su situación era bastante riesgosa, pues su misteriosa herida vendada se había abierto. No se lo podía creer, apretaba la dentadura colérico y solamente centrado en el tal Flamenco. El muy bastardo habría ganado, incluso siendo un accidente lo que había sufrido; esas eran las políticas de la WVBA, ¿No? Algún día iban a pagar...
Desde ya, estaba harto de cualquier procediemiento. Lo único que quería era ir a beber algo...y tirase a dormir por la eternidad fuera de el estúpido país Americano. Pero eso no fue posible, a lo menos por el momento. Pues una timbrona voz interrumpió los locos pensamientos de Ryan, apenas abierta la puerta de su sala. Esta vez se trataba de una doctora, de cabello oscuro y unas gafas estilizadas. Esta leyendo su agenda, anunció lo siguiente:
-Señor Ryan, tiene usted una visita. ¿Quisiera hacerla pasar? - Dijo, teniendo en cuenta que ya despierto podía tomar la decisión. Hubo también silencio por unos segundos, en los que Aran clavaba la vista dudoso ante aquella autoridad.
-¿Quién? - Preguntó, no del mejor humor del mundo, y con la voz marcada de la más grande impaciencia. La doctora paso de largo la poca amabilidad, y siguió leyendo su informe con toda la tranquilidad del mundo.
-No ha dado su nombre. Es un sujeto que va acompañado. ¿Desea verle o no? - Concluyó, certera y sin preámbulos. Aran simplemente cerró los ojos, gruño un poco y respondió a los segundos.
- Que sea rápido - Y apenas dicho, la médica se marchó para alertar a la recepción. Por el momento, quien fuera que le visitara no le importaba en lo más mínimo (Aunque cabía la excepción de que fuera Shannon, su hermana. ¿Quién sabe? Pudieron haberle llegado noticias o algo), y teniendo en cuenta sus heridas, quería que los días pasaran con rapidez, sin palabras ni condolencias. Así fue que llegaron los pasos, variados y pesados hacia su sala. Había cierta incógnita y suspenso por el misterioso sujeto, tanto así que cuando se abrió la puerta parecía cementerio. De aquella entrada, se reveló al acompañado hombre, un hombre que le cambiaría drásticamente la vida al luchador aunque muchos no lo creyeran.
Era alguien mayor, de cabello canoso pero aún tintado con el antiguo negro de su juventud. Llevaba una cicatriz gruesa en la mejilla, una mirada penetrante que congelaría hasta al más indomable de nuestras tierras. Una vestimenta de galardones, puesto que la elegancia de sus ropas era incomparable incluso con quienes le acompañaban. Sucios lacayos que le seguían...
Ese hombre era conocido por las calles, en las taciturnas moradas. Su voz, gruesa y autoritaria tomó de inmediato la habitación apenas se atrevió a dar palabra.
-Aran Ryan... ¡Aran Ryan! - Repitió el nombre del Irlandés, mientras se acercaba sentenciante. En cambio, Ryan simplemente estaba atónito, no sabiendo que responder ante tan singular acontecimiento. ¿Quién demonios era ese vejestorio?
-Más te vale soltar la lengua de una vez... -Murmuró, con una mala leche de las peores. La inseguridad creada por aquel extraño solo le hacía repelerlo, deseaba que se marchara de una buena vez. No era posible, claro que no.
-¡Muy bien, lo haré ahora mismo! Solo quiero charlar un poco contigo, ya sabes... la lucha de este día... - Dijo, reluciendo una sonrisa perversa. Puso su mano justo a un lado de la camilla, prácticamente amenazando al boxeador - Perdiste, ¿No?. Tu perdiste esta pelea... ¿Y sabes cuanto queríamos que ganaras? Yo y los muchachos estamos muy tristes...
-¡Argh, aléjate, maldita sea! - Bramó el irlandés, intentando recogerse en el espacio que quedaba. Tampoco fue posible, por que en un abrir y cerrar de ojos él ya estaba rodeado por todos los hombres del anciano.
-Dime, querido Ryan... ¿Qué te paso allí en el ring? Estabas peleando tan bien contra ese Español, y fallaste por un simple ataque bajo. ¿Acaso ya no sirves para esto? Sería una total lástima si fuera así.
-¡Maldito anciano, no fue mi culpa! - Gritó, con los nervios a mil. Estaba encerrado en la mirada de esos extraños, que acusadoramente mantenían la cara de piedra, le estaban reprimiendo - ¡Que te vayas!
-¿Que tienes aquí? - Empezó a murmurar el jefe, sacando una navaja de oro con detalles impresionantes. Rozó la piel del irlandés, pero tampoco hizo ningún corte. Solo deslizó el cuchillo por su cuello, bajó hasta el torso, donde justamente nuevas vendas tenía puestas. Las cortó de un tajo, y reveló la herida de Aran a ojos de sus compañeros. Simplemente, se hechó a reir mientras el irlandés echaba espuma por la boca de la rabia y la inseguridad. ¡Esto no podía estar pasando!
-¡Vaya gracia, tienes toda una marca de por vida! ¿Por que no me lo dijiste desde un principio, hijo? Nos hubieramos ahorrado tantas penas... - Se burló el extraño vejestorio, mientras hacía una pausa tremenda.
-¡Maldito infeliz, déjame ya, AHORA! - Rugió el irlandés, ya no aguantando ni un minuto más. Levantó el brazo, y rabiosamente lanzó un golpe de toda su alma. Su brazo súbitamente fue detenido por los acompañantes, algo realmente obvio ante la situación. La desesperación...la ira...
Aquel golpe sustrajo cualquier fuerza que le quedaba a Ryan, cualquier energía. Cuando su golpe fue detenido, sus músculos se relajaron, y así sin más cayó con un suspiro a la camilla, entrecerrando los ojos con una debilidad enfermiza.
-Ahhh...ahhhh.... ¿Q..qué....quieres?..... - Se rindió sin alma Aran, mientras el anciano seguía reluciendo esa deslumbrande sonrisa. Se enderezó, y arregló el traje con elegancia.
-Planeábamos borrarte de este mundo. ¿Sabes? Nos hiciste perder mucho por aquel teatro que te mandaste en la pelea - Dijo seriamente - Pero se me ha ocurrido una idea que nos beneficiará a ambos. ¿Quieres saberlo?
No pudo responder a esa pregunta. Su mirada débil e inofensiva fue suficiente como para deducir que no se oponía en lo más mínimo. Estaba a su merced. Y así mismo, el extraño anciano le explicó para que no volara más en las nubes.
Se trataba de Lor Ammond, un secreto apostador y magnante de las calles. Lo más común para el era ganar capital, hacía lo posible por su cometido y su gran familia de bienes raíces. Matar, robar, amenazar sin piedad... y claro, las apuestas clandestinas eran su pasión de toda la vida. Usualmente creaba redes para los deportes y las luchas bestiales del mundo exterior, sin mencionar que la WVBA era una de sus fuentes más provechosas. Existió la temporada en la cuál su buena carta fue el "Eterno campeón", y así agarró la confianza para elegir a sus combatientes. Pero esta vez, no mucha suerte tuvo al escoger.
Viendo su pérdida, visitó al boxeador débil tras la emergencia. Le evaluó, y viendo su espíritu no encontró mejor recompensa. Buenas risas se llevó, y prometió pagarle los gastos médicos de la próxima semana, a lo cuál ya estaría como nuevo. Pero con una condición que comprometía su vida a las sucias luchas ilegales...
Exactamente, así fue. Tendría que luchar para él, como un perro en debates a muerte, sin reglas, con un público ansioso de ver entrañas y lágrimas volar en el cuadrilátero. Aran Ryan, por mucho que amara de ley la sangre y el dolor, simplemente tuvo que reprimirse con la obligación de seguir viviendo. ¿Cómo es qué pudo terminar así? ¿Cómo es que su vida pudo volverse un agujero siquiera pasando unas semanas? Si existía algúna divinidad allí fuera, esta se divertía con su sufrimiento, se entretenía con su dolor y agonía con cada segundo que corriera el reloj.
Porque corrieron los minutos, las horas... los días... y las semanas. Ryan estaba listo para abandonar el hospital en un parpadeo, y sin remedio ser guiado a las oscuras calles. No tenía opciones. Debería luchar por su vida, ¿Quién sabe si con diversión? Pasando por cada manzana de la ciudad, cierta sonrisa se dibujó en su demacrado rostro. Lentamente, fue riendo. ¡No era tan malo! ¡No era tan terrible como se planteaba! Por fin podría matar, utilizar sus sucios trucos. ¿Dónde esta la moral? Eso te preguntaras tu, buen lector. Pues Aran Ryan jamás ha tenido una moral que defender.
- Cp 5 :
Como era de esperarse, un callejón oscuro ramificaba a la recóndita guarida de aquellos personajes, un callejón alejado de la vista común, y que solo los más secretos tenían pase sin muerte. Ellos mismos le llevaron hasta allí, mientras sonreía con ansiedad, mientas le palpitaba el corazón ante su destino. Puesto que siquiera llegando a la solitaria puerta, ya los gritos se revelaban en la superficie. Era simplemente...un sueño, o para otros la más vil pesadilla.
-Traemos al nuevo - Murmuraron los acompañantes, ante la pequeña rejilla que en frente se presentaba. Era claro imaginar que allí siempre vigilaban , quien sabe cuantos los estaban rodeando sin siquiera prestar atención. De inmediato, una ronca voz se reveló en respuesta, gruesa e impasiva que hubiera ahuyentado a cualquier viajero desafortunado.
-Código - Dijo, sin más. Los sujetos, muy confiados, se acercaron a la rejilla, y murmuraron quién sabe que conjuro de brujas y demonios para el guardia. Cuando finalizaron, se pudieron escuchar variados seguros de la puerta abrirse.
Candados abajo, trampas destruidas. Aquella ventana a lo clandestino se abrió, dejando respirar el temor y la perversa alegría, la agonía y la felicidad mezcladas en un aroma simplemente agradable, que daba escalofríos e incluso placer a los desconocidos. Así mismo fue para el Irlandés, que junto a los extraños avanzó por las luces mal funcionadas, en la oscuridad. Había una escalera tremenda, de escalones maltrechos y de acero oxidado, que llevaba a lo más recóndito del enclave. Había que bajar sin demora, mientras la temperatura bajaba considerablemente, como si navegaran en las entrañas de un congelador de huesos. Ahora mismo, los abucheos y risas eran comidilla de los más sensibles, te envolvían en un ciclón que te llenaba de dudas, de las causas.
Pasaron minutos, no mucho para llegar a la planta baja. Era allí mismo cuando se daba paso a los nuevos en el barrio. Aran simplemente, avanzó al receptor. Más y más puertas, ¿Tanta seguridad tenían?
Aunque, hablando esta vez... la sala tenía unas pintas bastante intrigantes. Había una silla allí, una silla barata de madera, junto a otra más alta y levemente acomodada. Esta última estaba rodeada de los más raros instrumentos, agujas y botes extrños conectados juntos a un generador, a una máquina. Cualquier sabiondo del tema se daría cuenta de inmediato a que venía el extraño salón...
-Oye, niñato - Murmuró el guardia de esta sala - Quítate la camisa. Tenemos trabajo que hacer.
-¿¡Ah?! - Exclamó Ryan, con la vista marcada y levemente ofendida - ¿¡Para qué sería eso?!
-Obedece - Dijeron los pálidos acompañantes, firmes en su postura y rectitud. Existieron muchas miradas acusadoras, dudas de lo más enrevesadas. Hasta que finalmente, Aran decidió acatarse a las normas -obviamente, de mala gana y aún desconfiando-. Se quitó la camisa, y la dejó a un lado.
-¿Ahora qu..? - Preguntó a medias, siendo interrumpido de sobra por el guardia.
-Siéntate - Y este señaló la silla elevada, iluminada inhumanamente con una sola ampolleta, dándole pinta de silla de interrogaciones. El irlandés, simplemente rechazando cualquier moral, no tuvo más que avanzar, mascullando los dientes y soltando palabras por donde le cabiera la lengua. Sin admitirlo, los nervios comenzaron a consumirle, casi tan embriagadoramente como una buena botella de vodka. Cuando se hubo sentado, el extraño guardia le acompañó y sentó en la otra silla, la de madera. Empezó a sacar quien sabe cuales implementos en un silencio mortal. Así mismo, el extraño entre sus pertenencias recogió una aguja mecánica, enorme y punzante. Eso le hizo paralizar a Ryan de inmediato.
-¡Dime que vas a hacer, o te juro que no me verás más la cara, maldito loco! - Bramó sin levantarse, mientras ojeaba el instrumento con curiosidad. El guardia, como si estuviera acostumbrado a tales tratos, simplemente se limitó a responder.
-Para entrar, debes tener un tatuaje que simbolice tu estadía. Será tu marca, tu identificación - Hizo una pausa para tomar aire - Si uno cae, todos caeremos. Cada quién que pise este lugar no tendrá cartas nuevamente en el exterior - Concluyó.
Aran no se lo podía creer. Jamás había previsto en su vida realizarse un tatuaje, de cualquier tipo. No era que le encantaran , y sin admitirlo debía reconocer que le daban mala espina. Miró nuevamente a la aguja, la analizó de pies a cabeza, intentando reconocer que no tenía otra. Respiró profundo, registró a su alrededor, y sin más se recostó nuevamente en la silla, con una sonrisa que parecía quitarle cualquier pavor del rostro.
-Anda, estoy listo - Dijo entre pequeñas carcajadas. Y el extraño continuó sin interrupción hacia la piel. No se tomó ni un segundo, y perforó la capa cutánea apenas tocar y avanzar. Siquiera en los segundos de dar comienzo, un punzante dolor le recorrío el cuerpo a Ryan, y esté apretó los dientes aún sonriendo, eliminando las sensaciones. Tenía la cara de un total psicópata, quien sabe por la situación, o por que simplemente ese era su rostro de felicidad. La cuestión era que avanzaba la aguja por su brazo, se clavaba en la piel y tintaba en el enrojecimiento por las heridas. Cada tanto, el color era empapado en pequeñas gotas de sangre, las cuales debían limpiarse para continuar. La irritación era terrible, pues ninguna medida se había tomado antes del proceso. Lentamentente se dibujó la imagen, pasaban los minutos como horas, y las horas como días. De vez en cuando, por mucho que el irlandés fuera amante del dolor, debía exhalar e inhalar para continuar con el tatuado.
Y ante todo lo previsto, terminó mucho antes de lo pronosticado. Allí, en su brazo derecho, tenía el logo de la asosiación clandestina. Una calavera rota, maltrecha, con un logo que simulaba la carne y tenía en letras lo siguiente : "Si uno cae, todos caeremos.". El color que más predominaba era el rojo, muestra de lo que podía suceder en aquel agujero. Aran solo pudo sonreir, mientras se levantaba de la silla y admiraba el dibujo.
-¡Es genial! - Exclamó, sin darse aparente cuenta de que el guardia se le había acercado. Tenía un paño empapado en alcohol. Y ya podrán adivinar lo que vino después. ¡Vaya grito, vaya dolor! ¡Al infierno los tatuajes!
Ya estaba listo para entrar a la siguiente puerta. Y le abrió sin dudas ni retracciones. Estaba ya entrando a su futuro.
Y justamente, allí se armaba en enclave. Habían mujeres, miles de hombres pasados de borrachos que se tambaleaban de esquina a esquina. Era una lo más parecida posible a un casino, lleno hasta el tope del humo y la nicotina de los cigarrillos. El olor era repugante, habían tipos luchando por allí, incluso quebrándose los huesos entre ellos como caníbales sin escrúpulos. Toda una barra, muchos asientos. Y en medio de todo eso, un ring admirable, un cuadrilátero enorme que estaba empapado en el sudor y las penas de los perdedores. Allí eran donde se celebraban las peleas a muerte, y ojeando con gusto se podía deducir que no hace mucho hubo una víctima a merced de la brutalidad. Era un sitio...despreciable. Pero al irlandés no le picaron mucho las ganas de unirse de inmediato, puesto que encontró algo más llamativo a un lado.
Era un gran tablón de madera, que mostraba diversos nombres. De título llevaba "Integrantes de la asociación", y se podía notar que alguien estaba plantando un nuevo nombre. Aran Ryan, sin faltas y en la última fila. Fuera de eso, había una sección aparte, que mostraba a los miembros retirados. Muchos debieron haber muerto, otros escaparon y termianron en la cárcel. pero solo un nombre de verdad impactó a Ryan.
Sandman, Eleveryth Sandman. Un nombre que ningún idiota podría pasar de largo.
Sandman, el campeón actual de la WVBA, el más grande antes que el eterno campeón. Se trataba de un colosal hombre, de gruesa contextura y una mirada penetrante que demostraba ninguna piedad. ¿Pero cómo, cómo es que ese luchador pudo haberse colado en tan sucio grupo callejero?
-Sandman... -Murmuró, casi explotando de la risa - ¡Sandman, maldito infeliz!
Y mil carcajadas existieron en medio, mientras los acompañantes ignoraban cualquier referencia. Tarde o temprano, el nuevo tendría que presentarse para su primera lucha, su primer combate sin mente. Lo disfrutaría mucho, eso era realmente seguro.
¿Tú que piensas? ¿Crees que en su primera lucha pueda saciar él su naturaleza violenta, o simplemente caerá ante algun titan entre los asesinos? Lo que yo puedo decirte es que...será algo totalmente nuevo. Muchas cosas despertaran interés, de más que algun misterio del inicio será revelado. Solo queda esperar el debate entre la vida o la muerte. Empieza a las una de la tarde, y solo quedan quince minutos antes de eso...
Extra
- Datos del personaje:
Esto es todo lo que necesitas saber Ah, tiene 23 (?)- Nah, mentira:
Nombre : Aran Ryan
Edad : 23 años (o__o)
Lugar de origen : Dublín, Irlanda
Altura : 1.82 m
Peso : 73 k
Aran Ryan ha dedicado su vida al deporte, obviamente en específico al boxeo. Pertenece al circuito Mundial, el que precede al circuito especial. En la historia, nos ubicamos después de sus dos derrotas oficiales contra Mac. No ha cambiado ni su actitud ni nada. No es del todo quien cuida la salud, y mucho menos es estricto en su rutina diaria, pues tiene de todos los vicios; algo en especial en él es que le encanta golpear y ser golpeado, pero a veces no tiene las de controlar su temperamento a puras risas. Su actitud casi nunca enfoca respeto, la verdad jamás. Pero puede caerle bien la gente, generalmente cuando la necesita. No le ve inconveniente a usar trucos ni nada, e incluso puede golpear a quien le este molestando sin remordimientos ni nada.Tiene una hermana mayor, llamada Shannon.
LA HISTORIA CONTINÚA EN EL MENSAJE SIGUIENTE
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Xhaps [JDF] escribió:
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Re: The journey of the fights [Mi novela] [Punch-Out!!]
Glumyglu [JDF] [OMY] escribió:Xhaps [JDF] escribió:
BUMP
Continuaré esta novela
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La voy a continuar cuando la arregle. Joder, hay capítulos en los que me creo poeta y ni yo me entiendo...
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Re: The journey of the fights [Mi novela] [Punch-Out!!]
Estaba de broma, de hecho aún no la he empezado pero se ve interesante, además así tengo mejor acceso desde los últimos temas (?)
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Re: The journey of the fights [Mi novela] [Punch-Out!!]
Glumyglu [JDF] [OMY] escribió:Estaba de broma, de hecho aún no la he empezado pero se ve interesante, además así tengo mejor acceso desde los últimos temas (?)
Ah bueno. Tampoco me he olvidado, me quede una noche leyendo esta cosa para recordar y me gusto bastante como armé la historia en mis tiempos. Todavía tengo el final por ahí en una libreta...
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