Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo había una familia muy pobre que vivía al pie de una enorme montaña congelada cerca de un pueblito, pronto sería navidad y a pesar de no tener dinero, querían que sus hijos tuvieran también un regalo como los otros niños del pueblo, los papás habían trabajado duro durante todo el año y consiguieron ahorrar suficiente dinero para comprarle a sus hijos los juguetes que tanto querían, pero cuando fueron a buscarlos no los encontraron, buscaron en todas las tiendas pero se habían acabado.
Entonces una viejita que los había estado viendo se les acercó y les dijo "No creo que puedan encontrar ya esos juguetes, he vivido aquí mucho tiempo y jamás había visto un juguete irse tan rápido" La viejita se rió y les dijo "Pero se dónde podrían conseguirlos" ella siguió hablando y les contó que había un lugar en las afueras del pueblo donde un anciano gruñón recogía juguetes viejos que se encontraba y a veces se los robaba, les dijo también que lo vio merodeando fuera de las tiendas de juguetes unos días atrás, y seguramente el tendría algo que podría interesarles.
Los padres extrañados por lo que dijo la viejita le preguntaron a sus vecinos si alguna vez habían visto a ese extraño señor y se sorprendieron cuando les contaron que fuera del pueblo había una cabaña que había quedado abandonada por años pero que estaba llena de juguetes nuevos.
Un día al salir de su trabajo el padre fué a buscar la cabaña y cuando llegó al lugar descubrió que las historias eran verdad, las paredes estaban cubiertas de juguetes y en una de ellas se encontraban los que habían estado buscando tanto tiempo, pero cuando estaban a punto de tomarla un anciano gritó, era muy bajito y tenia una barba blanca pero sucia y descuidada, unas orejas picudas y un gorro lleno de polvo, parecía más un vago que un duende, entonces le dijo "Sé muy bien lo que haces aquí, pero si los quieres tendrás que hacerme un favor, baja a la cueva en la montaña y tráeme los costales que hay ahí abajo, pero sin importar lo que pase, jamás los abras o tendrás que pagar un muy alto precio por ello"
Con mucho esfuerzo el padre consiguió bajar por la rocosa gruta y sacar todos los costales, cada uno más pesado que el anterior, pero cuando sacó el ultimo de ellos no logró encontrar al duende, así que bajó por la montaña de vuelta a la cabaña con juguetes cargando los costales en un pequeño trineo; entró a la casa y tomó los juguetes pero no encontró al duende por ninguna parte. La curiosidad no pudo con el y decidió abrir uno de los costales solo para descubrir que dentro solamente había carbón. En todos los costales había carbón así que los cerró y se fue a su casa.
Esa noche el duende se metió a la casa mientras todos dormían, el padre despertó y lo encontró sentado en una silla, entonces el duende dijo; "Te advertí que no abrieras los costales sin importar lo que ocurriera, ahora tendrás que darme todo tu oro" pero el padre no tenia nada de oro así que el duende le dijo "Bien, entonces tendrás que trabajar para mi hasta el día de navidad y solo si tus hijos demuestran que tienen un corazón puro, podrás liberarte, y si no serás mi esclavo por toda la eternidad" El duende malvado lo envió entonces a trabajar haciendo galletas con semillas de grana, una planta que crecía en la zona, pero el pan era rojo y nadie quería comerlo. El duende lo mantuvo cautivo preparando galletas para llevar a los otros duendes durante mucho tiempo y cuando por fin llegó el día de navidad y todos los niños abrían sus regalos, el duende estaba esperando a que los hijos de su esclavo bajaran y miraran bajo el árbol, por fin despertaron y sus ojos se llenaron de alegría al ver los juguetes que había ahí, los abrieron y los acogieron en sus manos, pero entonces los tiraron al suelo mientras el duende sonreía, hasta que notó algo, los niños no estaban enojados por que no les gustaron sus juguetes, estaban tristes por que su padre no estaba con ellos en la mañana de navidad.
El duende no tuvo de otra y libero al padre, pero este antes de irse lo invitó al taller donde hacía las galletas; todos los duendes le habían preparado una sorpresa, le habían hecho muchas galletas para hacerlo sentir mejor, el duende gruñón sonrió y tiempo después el viejo taller se llenó de los hermosos juguetes que los duendes hacían para regalarles a los niños el día de Navidad.
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