¡Hola a todos!
Sí, Celestia. ¿Cómo iba a abandonar a mi pequeño bebé?
Si dejé las aventuras de Celestia todo este tiempo, fue porque empecé a centrarme más profesionalmente en ella. Hice esquemas, dibujé sus especies. La sociedad del futuro en la Tierra, las sociedades de unos seres de otro planeta. Y, ahora, la historia de todo ello.
Por ello, os obsequio con un pequeño pedazo que acabo de escribir sobre Celestia, imaginando al protagonista salir al superficie de la Tierra a principios del año 2200, y cuestionarse el por qué de un mundo en el que vive y el por qué abandonarlo.
Espero que lo disfrutéis.
Si queréis saber un poco más, aquí tengo unos capítulos desactualizados, mal escritos y algo infantiles, pero que aún así puede ayudar:
https://www.sporepedia2.com/t13096p16-el-gran-viaje-a-celestiaDÍA 13
BLUES PARA UN PLANETA AZUL.
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El ardor del turbulento y frío aire que me rodeaba llegaba a ser incluso gracioso. ¿Cómo algo que no podíamos ver llegaba a ser tan doloroso? Y, ¿cómo nuestro propio planeta podía mostrarnos tal repulsión de esa manera?
Estaba completamente seguro de que cambiar aquella estropeada tubería acabaría siendo un trabajo de horas. Caminando bajo la bóveda gris ceniza, y sobre una tierra muerta y estéril, nada bueno podría suceder a un viajero tan solitario como yo. Y además débil; ¿sobre cuántos cadáveres estaría caminando? Tras el bombardeo, lo que antes era una metrópoli acabó siendo un cementerio custodiado por las almas de niños que jamás nacerían. No sabría decir si el hecho de que estuviera vivo, era algo malo o bueno. Pues el que yo hubiese nacido fue gracias a sus muertes en vano.
A pesar de la aparente soledad, podía ver lejanas figuras humanas sondeando el terreno. Eran los carteros de mensajes de radio sin ningún destinatario, buscando que alguien captara sus señales de ayuda y auxilio. Pero, en un mundo donde todos necesitan ayuda, ¿quién ayuda a quién?
El fustigante calor del sol me agotaba aún más; traté varias veces de secarme el sudor de la frente, pero en seguida me daba cuenta de que llevaba un casco y no debía quitármelo. A no ser, claro está, que la muerte fuera una opción más alentadora.
Finalmente, llegué a mi destino: miré atrás, curioso. Era la primera vez que salía a la superficie, después de mi total interés y mis incesantes intentos de conseguirlo. Y una vez se cumplieron mis caprichos, no me detuve ni un momento a admirar el mundo, libre y solitario, que me rodeaba. ¿Instinto, miedo a lo desconocido? Lo único que desconocía hasta entonces, era el por qué en mis propias carnes de una vida atrapado bajo tierra.
Enormes pilares y montañas de cemento y adoquines se alzaban, inamovibles bajo la luz pálida del sol. Parecía buscar tocar el cielo, encontrar un presente en las nubes donde serían eternos e inmarcesibles. Me sentí diminuto. Las construcciones de los hombres del pasado me desafiaban, alzados aún después de tantos siglos. Era el único y triste recuerdo de un mundo donde las posibilidades parecían ser infinitas, donde los hombres podían tocar las nubes y observar con superiodidad el mundo que creían poseer. El mundo nos había dado una nueva lección.
Estábamos atrapados en él. No eramos más que huéspedes.
La tubería estaba atascada por un nido de cucarachas, tapándose por los cadáveres de otras más antiguas. No se diferenciaban tanto de nosotros.
Tiré de la sección de la brillante e inoxidable tubería después de haberla diseccionado con mis herramientas. Era una lástima no poder cortar más cosas con el divertido láser.
Fue entonces cuando encontré la infestación, y todas las cucarachas salieron despavoridas buscando un nuevo refugio. Coloqué con cuidado el recambio, haciendo nuevo uso de mis aparatejos. Misión cumplida.
Miré de nuevo al horizonte, sentándome sobre unas planas rocas a mi lado. Quién diría que, bajo el suelo que pisaba en aquel momento, habría quizá y solo quizá la última sociedad humana en el globo. Refugiada dentro de una montaña, escondida como las cucarachas que acababa de pisotear sin darme cuenta.
Nos quedaba poco. Supe al mirar el anochecer, ocultándose tras las ruinas de la humanidad antigua, que la oscuridad había llegado a nosotros.
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