¿Una ayudita? Quiero que me digan si este cuento no es demasiado darkz o algo.

Mi profesor de lenguaje me ha inscrito casi de forma involuntaria a un "Café literario". Tengo que escribir por lo menos dos cuentos para leerle a la gente que vaya, y ya he terminado el primero. Sé que es algo extenso, pero necesito que alguien me diga si está bien. Lo intenté hacer "de terror", pero necesito vuestras opiniones.

HACED UN ESFUERZO (?)

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Empatía

La palanca del cambio se deslizó hacia un número natural, y el motor se dejó vencer tras un corto zumbido, dejando huella en aquel páramo con la luna reinante.

Tierra dura, tierra pedregosa, tierra que parecía provista de puñales más que moldeada por la madre naturaleza. La añeja máquina andante ya no podía dar abasto a tan esforzado trayecto, pues sus ruedas desinfladas parecían sustentarse más por el metal que del caucho que lo contenía. Habían sido horas, longevos e interminables minutos para el hombre que hacía de conductor dentro. Quién sabe de qué había escapado, quién podría saber los porqués para conocer cómo, sin descanso, se había tomado tal odisea.

Las manos, hinchadas por la presión le palpitaban, intentando ellas saquear el calor de su cráneo hervido en fuego. Las llamas le habían quemado la mente, ya no podían sus ojos razonar las imágenes que recibían. Ante esta ceguera echaron en llanto, y el andar de la máquina se detuvo para dejar escapar este lastimero sollozo a las afueras.

La buena fortuna quería sonreírle, pero su nefasta mueca no hacía más que desesperanzar su corazón. Le bombeaba la sangre por el cuello, por la yugular, casi como si su cuerpo intentara atragantarse por la desdicha. Las sirenas habían abandonado, ya no eran parte de su miedo. Los había perdido en la espesura de la humedad, en las lejanías, desprovistas de bosques y arrebatadas de silencio.

Bajó del auto, se agarró a la puerta con vehemencia. Sentía que el más mínimo tropiezo lo iba a dejar caer a un abismo. Se pasó la mano por el rostro enjuagado en lágrimas: Un rostro sin rubor, pero del color de nuestra raza mestiza. El cabello corto, despeinado y negro, estaba bañado en un sudor que no suponía por ningún lado esfuerzo físico. Su cansancio se asemejaba o superaba al del mítico Atlas, aquel condenado a levantar el mundo por toda la eternidad. Dicho esto, sus ojeras parecían pintadas por lo negruzco de su pigmentación.

Sus ojos estaban desprovistos de color alguno, sus pupilas no se encogían ni se agrandaban en lo más mínimo. Su lengua zarandeaba de un lado a otro, intentando articular palabra para sus oídos, los únicos que parecían funcionales a la redonda.
Con suerte lograba exhalar una tímida nubecita de vapor de sus labios, pálidos y trémulos. “Me da igual, me da igual. Cállense. Se lo merecía. La he salvado…”

Y avanzó hacia la cajuela, por detrás de aquel armazón oxidado que se hacía llamar vehículo. Los golpes de un alma enjaulada eran audibles para el remordimiento, pero no había ninguno en aquel ser humano. Se arremangó la camisa hasta los codos, dos o tres intentos que lo desesperaron en sobremanera. Pegó un grito de ira, de cólera inmediata. La rabia se extinguió en aquel pequeño desenfreno, volviendo a lo que debía.

Pues con la fuerza de sus músculos alejó la cobertura, y reveló el tesoro carnoso que escondía de su propia mente, ¡Oh, así fuera la seguridad! Se trataba del cuerpo mutilado y dificultosamente vestido de una mujer en la flor de la juventud, aun así adulta. Estaba cortada por el vientre, rebanada, sin piernas que algún enfermo pudiera codiciar. Una de sus manos estaba estreñida, apretujada contra el abdomen tintado de violeta. Cuando un corte es limpio los vasos sanguíneos se atrofian, dando la idea de profanación, de putrefacción mismamente.

Su rostro, en cambio, estaba oculto por una cabellera entramada y pegajosa, no habían facciones visibles. El hombre apartó los cabellos de su rostro, dejando ver sus mejillas sin vida. Él apretó el ceño, intentando cegar su vista por donde se notaba en paso del carnicero, dejando solo la belleza de su piel al alcance de los ojos.

-Relájate. Aquí podrás descansar. –Murmuró, con una empatía verdadera, más de aspecto fingido.

Nadie le respondió.

-…Ya te he salvado.

Un beso seco selló aquel siniestro afecto. En un abrazo la retiró de su escondite, con cuidado, con mucha precaución. Se arrodilló en el suelo, con sus propias manos comenzó a cavar la tumba de su amada, en un frenesí a relevos. Sus uñas mugrientas no le importaban, mucho menos la textura fangosa que las ensuciaban. Solamente el bajar de sus mangas lograba sacarle de sus cabales.

-…Te he… ¡Salvado! –Gritó en un repentino ataque, dejando que las manos sucias se posaran sobre sus sienes, Reprimiendo un punzante dolor que le había hecho sangrar la boca.

Había terminado, había puesto ya a la damisela en su descanso eterno. Mientras cubría su tumba en tierra apretaba los dientes, conteniéndose de sus propias palabras, de sus propias expresiones. Él no quería conocerlas, y mucho menos recordarlas.

-“Ya ha pagado el que te ha hecho esto. El que nos lo ha hecho a todos. Quien nos ha cortado por la mitad y nos ha arrebatado todo lo que teníamos” –Argumentó en sus pensamientos.

Y se levantó, pisoteando el terreno para igualarlo a la hierba. En eso pateó y dejó volar la mezcla arenosa, como quien intenta dar a una pelota y desgarra el suelo en el intento. No pudo sostenerse más, cayendo encima de la mujer condenada a las profundidades. Lágrimas contenidas, impaciencia latente. Nadie más que alguien que había rescatado los restos del cazador, sin culpa del antes ni del después. Sin culpa de la sangre derramada aquella noche.




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¿Qué me dicen?

Vaya...


es sumamente genial, ¿aparenta alguien desesperado por poner a descansar a su amada? las descripciones generan una pequeña sensación de escalofrío, como el estado del cuerpo de la mujer. Una venganza final terminando en una unión hasta la luz blanca.


Como si no quisiera separarse de ella ni por un segundo, Interesante...


Me ha gustado, sí.


tu profesor sabe elegir (?).

AHHHHHHHHH -Da vueltas- ¡Muchas gracias! Con ese solo comentario tengo la confianza de pasárselo. Me alegra que no sea tan gore (?), sino más bien sentimental, que es lo que quería. Muchas gracias, TKS. Entonces ya tengo la tarea cumplida.

-…Te he… ¡Salvado! –Gritó en un repentino ataque, dejando que las manos sucias se posaran sobre sus sienes, Reprimiendo un punzante dolor que le había hecho sangrar la boca.
Después de sienen no va R mayúscula porque es una coma.

Genial. Miedo no me ha dado, pero algún que otro escalofrío si. Por desgracia tengo un hermano viendo la tele, así que he tenido que poner de fondo Xenoblade Mystery (https://www.youtube.com/watch?v=FJm8NJvP4EY).

Eso sí, si lo tienes que leer delante de la gente, la forma en la que relates la historia es casi tan importante como la misma. Si la relatas con una voz de miedo forzada no dará tanto miedo, por ejemplo. Pero yo tampoco sé mucho sobre como entonar la voz para dar determinadas sensaciones mas que lo que sé de oir historias. Puedes mirar por ejemplo historias de miedo de Dross que lo ahce bien y estudio periodismo y/o psicología (no estoy seguro), no se me ocurre mucho mas.

Ya Toto, lo de la R fue un error de tipeo, porque traspasaba desde el cuaderno y no miraba mucho el word.

La forma de dar más miedo es leerla con tranquilidad, intentando que el narrador sea indiferente a los sentimientos y sensaciones por mucho que las describa. El truco es la frialdad...creo. Anque yo no le voy a poner mucho carácter, porqur si de verdad me obligan a leer me voy a poner de los nervios

Muchas gracias por comentar