~ = HindiYa era cuando el sol se enterraba en el más eterno horizonte, cuando las artificiales luces ciudadanas daban el nimio esplendor, en contraste a la contaminante oscuridad. Lo que salvaba tan tétrico escenario y sus alrededores, era solamente una masa de coloridas y fugaces atracciones arrimadas a una calle, un gran parque que puesto tenía carpas y ruedas giratorias. El camino había sido medianamente largo, como antes yo lo mencioné. Pero sin dudarlo, la prisa que tenían los dos boxeadores les había trabajado los minutos fácilmente, y nada más un tiempo después frente estaban del enorme centro. Había colgada una reciente y gran lona en la entrada, que lucía una frase y un retrato muy curioso.
“¡EXCLUSIVO! ¡El maravilloso Great Tiger, mago y luchador reconocido por todo el mundo, EN LA FERIA DE PHILADELPHIA! ¡NO SE LO PIERDAN!” se escribía con letras grandes, coloridas como un arcoíris. El hombre indio relucía su típico turbante, ahora con una pluma puesta junto a su joya, y unas especies de “garras” en sus manos, artificiales por supuesto. Para llamar la atención, no había límites.
-Solo duraba dos semanas. Llegamos a tiempo… – Murmuró Sandman, casi para sí mismo – Vale, debemos entrar. Great Tiger debe de estar por allí
-Eh, por lo menos las ferias de este país se dan los lujos – Musitó Ryan, dando el primer paso hacia la puerta. Decorada y todo, solo un seguro barato protegía la entrada, y no le fue ningún lío moral al irlandés descuarralijarlo y lanzarlo hasta quien sabe dónde. Rechinó el metal contra las piedrillas del suelo, y se abrió así de estruendoso hacia dentro, mientras los dos hombres se adentraban en el carnaval. ¿Dónde estaban de los guardias? Al parecer, a esas horas tan atrasadas todos estaban durmiendo en los baños, perfecto para buscar al mago gratuitamente.
Y ni imaginar cuantos locales abandonados y botellas de alcohol tiradas había tras la intensa jornada. Estaba todo muy deplorable, y no mucha atención tuvieron que mostrar para llegar a la hora. Justo allí había una carpa de estilo gitano, sostenida por un esqueleto de metal, y con una tonelada de carteles y figurillas raras para hacer comercio. La luz estaba encendida, ¿Estaría Great Tiger allí? Los dos se acercaron y arrimaron a la lona, para descubrir si se podía escuchar algo allí dentro. Atentaron y fijaron muy bien en los detalles, pues justo surgió una voz de lo oculto.
-~Ah…odio este asqueroso lugar. Odio hacer este personaje, ¿Y por qué me tienen hasta estas horas, si absolutamente nadie llega? Debo revisar mejor mis contratos…~ - Quejó un hombre allí dentro, aparentemente agotado a más no poder. Perfecto, el tigre estaba presente. Y tal para cual, Sandman abrió las telas que protegían de lo nocturno, entrando y dejando pasar a Ryan de por medio. ¿Visitantes, por fin? Nah.
Allí estaba un hombre, de unos veintiséis años aproximadamente. Un cabello oscuro, una barba recortada y un bigote de lo más modesto, que resaltaba su típica imagen. Estaba con el torso descubierto, frente a una mesa y a multitud de luces coloridas colgadas tal tienda gitana; Y apenas haber visto a los dos luchadores (Siendo este uno también, en estos momentos el campeón del circuito mayor), no se sorprendió demasiado, pero lo suficiente para aclararle un poco las ojeras. Se enderezó y adoptó una voz mucho más relajada, que se pudiera entender claro.
- Spoiler:
-¿Son ustedes clientes? – Preguntó, con la mirada fija pero aun así sin ser severo en lo más mínimo. Quería asegurarse, a lo menos.
-Ehhh…no – Le respondió Sandman, frunciendo el ceño levemente. Era muy extraño verlo sin el turbante y haciendo cosas mágicas y tal…¿Ese era su verdadero rostro? Vaya cosas comerciales que le debieron de haber puesto.
– Tenemos que hablar contigo, Tiger. ¡Ahora! – Le gritó Ryan, interrumpiendo inesperadamente. El hindú se cruzó de brazos y lo meditó un poco. Al rato, y ni siquiera reconociéndoles muy bien les devolvió las palabras.
-No soy Great Tiger, pues no son clientes. Soy Akbar, y me gustaría saber que necesitan exactamente – Respondió, muy al tanto de que no quería hacerse líos fuera del trabajo, o durante sus horas de empleo. Los dos angloparlantes se miraron dudosos, ¿Qué debían responder ante tal cosa?
-Eyy…Sandman. Creo que lo que quieres es algo de dinero. Dáselo – Le susurró Aran al gigante, recalcando que el mismo no tenía ni un céntimo en su bolsillo. El campeón se sobresaltó con ligereza, y le gruñó sin pena.
-¿Qué? ¡Maldito vagabundo! A la próxima te venderé para recuperar todo – Y casi quebró sus dientes con la tremenda ira que le recorría. Saco de su bolsillo una billetera de cuero malgastado, y sustrajo una buena cantidad de verde para convencer al mago de una vez. – Necesitamos que nos ayudes a buscar a alguien. – Le mencionó gruesamente a Tiger.
Este de inmediato y muy desconsideradamente negó con la cabeza, “Solo puedo aceptar tickets oficiales” dijo educadamente. Nada más le sirvió para recibir un golpe, uno tremendo. Un uppercut de los peores para que recordara con quién estaba tratando, y que ese alguien no le tenía piedad a los que antes le habían puesto los aires de victoria. Levantó al noqueado hindú y lo sentó en el banquillo allí, mientras ahora mismo le daba vueltas la cabeza y soltaba estrellitas.
-¡SE GREAT TIGER, AHORA! – Bramó a los cuatro vientos Sandman, amenazándolo con otro puñetazo para que reaccionara de una vez. El pobre hombre estaba más mareado que nada.
-
…Oha, maiṁ kahāɱ hūɱ?... – Murmuró a duras penas, recién recobrándose. Bien, vaaale, ahora ya se había acordado de todo. Lo que hace el estrés y los malos contratos, ¿Verdad? – Ahhh… dame un momento – Volvió a decir. Intentó soltarse pobremente, pero Sandman le dejo ir con tal de que se pusiera las pilas. Tambaleó hasta una alfombra que colgada hacía de decoración, y la movió a un lado para revisar multitud de chucherías amontonadas en una mesa. Recogió entre tantas cosas su blanco turbante que siempre le había acompañado, dispuesto a hacer uso de su magia.
-¿A quién quieres encontrar exactamente? – Alzó la voz, con un toque místico y un eco del todo misterioso. Justo con esto, diversas lucecillas se amontonaron a su alrededor, haciendo verdaderamente impresionante su presencia. Esperó la respuesta en una pose, con los brazos cruzados y el rostro en alto.
-Odio los trucos visuales… - Se molestó en silencio el irlandés - ¡Ah, pues para que veas, te diré un nombre! ¡LEIRTEN, ESE QUEREMOS ENCONTRAR, SEA QUIÉN SEA! – Levantó el puño y gritó nuevamente, decidido ante cualquier respuesta y misión. Tanto apuro también le paro los pies, pues Tiger no respondió. Se quedó en un blanco enfermizo apenas terminar la última sílaba de la palabra, y en su carismática figura se le arrugó la frente y abrieron los ojos como platos, obvia reacción de la sorpresa.
-¿Leirten….Leirten has dicho? Leir…ten… - Trastabilló con la voz – Jefe de los calavera muerta….
-¡No pares! ¿Qué sabes de él? – Le bramó Sandman - ¡Dínoslo, ahora!
Great Tiger nada más pestañó un par de veces, y revolvió el rostro castigándose por tal paro que le había dado. Respiró algo profundo ante la mirada estupefacta de sus “clientes”. – Yo no sé dónde se encuentra ese criminal, por mucho que lo conozca muy bien… - Musitó – Yo no puedo ayudarles, y aunque lo supiera, eso me condenaría.
-Acabaremos con esto de una vez. Anda, cuenta lo que sabes y no serás gato asado – Le dijo Ryan, un comentario tangente y poco singular que no detuvo el hablar del mago.
-Solo una persona en todo el mundo sabe dónde se encuentra Leirten. Es su rival, el que seguro ya deben conocer. – Mencionó, refiriéndose claramente a Baranet, Baranet Lor Ammond.- … Deben encontrar fuentes, deben encontrar alguna pista donde él vive. Pero si alguien los descubre, todos estaremos perdidos.
De allí, Tiger calló sublimemente, y cabizbajo quedó en su posición también, declarando mudamente que nada más tenía que contar. Sandman lo entendió primero, y con un amargo sabor en la boca, arrastró fuera de la tienda al irlandés, este bastante anonado por tal charla y casi resistiéndose a irse sin mayores respuestas. Tendrían que pisar el fuego para encontrar lo que buscaban, ese era el destino que se les ponía enfrente, ese era el desafío. ¿Pero cómo hacer tal proeza, tal magnitud de problema que se atravesaba? Solo existía una forma…
-Tu, Ryan. Tu sabes dónde está “el hogar”. Debemos llegar allí
cueste lo que cueste – Le dijo seriamente, recalcando sus ojos en la devorante penumbra. El irlandés se vio un poco confundido, pero asintió con la cabeza tan pronto pudo haberlo hecho, ya que no había de otra. Lo antes posible conllevaba no tomar ningún descanso, por mucho que sus párpados cayeran tras la jornada. Se pusieron en marcha con el despido del desértico carnaval, y tan pronto hubieron cruzado la destruida puerta, algo les hizo sobresaltar como una alarma atómica. Un molesto rudillo que no cesaba empezó a embriagarle los oídos. Aran ya bastante enredado quiso buscar el origen, y se dio cuenta de que venía de uno de sus bolsillos de la chaqueta, escondido algún aparato. Tragó saliva y se arriesgó a lo loco para descubrir que era. ¿Y el resultado?
-¡Ah! Es mi celular… - Exclamó a desniveles. – “¿De verdad lo he traído todo el tiempo? ¡Vaya cosa, malditos espías!” – Se murmuró mientras retiraba el objeto, revisando que era lo que causaba la batahola. Bastante fue su sorpresa al ver que alguien lo estaba llamando, y se preguntó si es que alguien conocía su número como para molestarse en marcarle a tales horas. También arriesgándose, contestó a bocarrajo y selló la boca para escuchar a su remitente.
Tardó un poco en salir una voz, pero valía la espera. Hubo una parálisis del mundo.
-… ¿Aran? ¡Aran! ¡Por fin muestras señales de vida, maldito loco! ¿Dónde andas? ¿¡Por qué has desaparecido como por cuatro semanas?! ¡Le acabo de preguntar a todo el edificio, y prácticamente te esfumaste sin más! – Le gritó una voz, una tosca con el mismo acento irlandés del que todos hablaban. Pero ahora mismo, la finura de sus tonos demostraba que no se trataba de un vendedor de pizza malhumorado con la propina debida.
-Aran, volví hace tres días aquí. Ya me ocupé de todo, pero te han llamado muchas veces por el número fijo. Anda, suelta de una vez donde estás, borracho de mala muerte. – Rió con ligereza, al parecer tomándose las cosas con calma. Ya era obvio de quién se trataba; mismamente era Shannon, su hermana quien le estaba llamando. Bueno, era verdad que vivía en el mismo piso… ¿La había olvidado por completo, de verdad?
Ryan no respondió. Dejó en incógnito a la joven por unos cuantos segundos, tramándole en la mente cualquier cosa antes de soltar una débil carcajada. Ella repitió su nombre con algo de curiosidad, y este alzó la voz con el teléfono puesto en frente del rostro.
-Já, dudo que importe demasiado. – Dijo con un toque sarcástico, sonriendo cínicamente.- ¡Ya volveré!
Y le colgó, así sin más. Guardó el celular nuevamente en su bolsillo, para olvidarlo por siempre. De todas maneras, la batería palpitaba tal corazón en desangre, por lo cual molestarle ya no sería una palabra en su situación. Dio la vuelta como si no hubiera pasado en nada, como si la escena no hubiera existido.
-¿Ya nos vamos? – Preguntó al campeón, este concentrado en sus pensamientos. Quién sabe si se había tomado el tiempo para pensar, o justamente había colocado sus sentidos en entender cada palabra. Cuestionaba cualquier cosa que pudo haber sucedido, pero sin darle mayor importancia, decidió resignarse y continuar con el objetivo actual. ¿Por qué le pudo haber colgado tan de repente? Eso quedaría en su cabeza por bastante tiempo, hablando del irlandés.
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-¡No, no pagaré un maldito vehículo hacia la capital! ¡ARRÉGLATELAS TÚ! – Rugió una voz sin piedad, en medio de la algarabía nocturna que era Philadelphia, entre las luces de tantos rascacielos y puertos juntos en el mar. Como te habrás dado cuenta, a lo menos una hora había pasado de larga y sepulcral caminata en busca de ideas. No mucho fue cuando en irlandés saltó con que ya debían pagar por algo como antes, para ahorrarse el cansancio. Y obviamente, la terquedad del ser humano no tiene límites.
¿Qué se podía hacer ahora? No tenían dinero al alcance para comprarse un viaje de cualquier naturaleza, así que pocas oportunidades tenían de movilizarse por las buenas. Ryan marcó el rostro con perversidad, habiéndole puesto marca a una caja redondeada de cuetro ruedas, anclada a la calle en la oscuridad abandonada. Era obvio lo que iba a hacer, ¡Fue como un rayo! Se lanzó contra el vidrio, lo quebró en mil pedacitos y vandalito el interior tan sutilmente como un gato en su terreno. No hubo pasado ni un minuto, y ya tenía el automóvil a su merced.
-¿Quién conduce? – Le gritó al gigante. - ¡No me vayas a colocar a mí, aquí hay muchas botellas, NO TE IMAGINAS! – Bramó como un loco, cambiándose disparado hacia los asientos traseros. Sandman echaba humo por las orejas, pero si quería andar con tal tarado, debía aguantarlo, ¿Verdad?
Paso por el lado del automóvil, con una inmortal coraza pintada en rojo, un diseño muy bueno para lo que sería su edad. Abrió la puerta, la cual ya tenía destruido el seguro también, y entró para hacer de chofer hasta donde le indicara Ryan. Con tal prisa, a suerte llegarían cuando amaneciera, hora perfecta para allanar e investigar una casa. Arrancó el motor, y empezó el camino hacia la capital, la sede de todo este infierno.
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